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CRÓNICA DE LOS SUSURROS

En un pueblo donde la primavera se fue, los susurros nocturnos guardan la memoria de Paula. Descifrarlos es la tarea que permitirá transformar el dolor en resistencia.


Escribe: Anto Rinaldi

Arte: Ramiro Alonso

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En mi pueblo la primavera se ausentó durante muchos años. Fue repentino. Parecía que noviembre se había llevado los colores para siempre. A la honda preocupación de vivir en un eterno invierno se le sumaron las noches colmadas de susurros. Al principio fue caótico, después los huesos se acostumbraron al frío y los oídos aprendieron a ignorar.

Las mujeres sabias del lugar conocían las razones de nuestro padecimiento, porque supieron descifrar los susurros nocturnos; sin embargo no podían hablar sobre lo ocurrido. Cuando digo que no podían, lo hago en un sentido literal. Cada vez que una mujer intentaba ponerle palabras a la desgracia, su voz se quebraba y el silencio ganaba sus gargantas por días enteros. Algunas nunca lograron recuperar el habla.

Un día, movida por la nostalgia de los cerezos en flor, pregunté a Madre sobre la primavera lejana y los susurros. Me miró. Hizo un profundo silencio y habló… Dijo que las voces nocturnas contaban una historia y, en ella, se hallaba la razón del largo invierno. Entendí, por sus ojos, que Madre no quería seguir con la charla, pero como la curiosidad es buena amiga de las infancias, insistí. Entonces, ella habló con una voz casi imperceptible…

-Las voces claman porque, cerca de aquí, apagaron unos ojos inocentes y, con ellos, murió la primavera. Los susurros repiten la historia noche tras noche y llenan el aire con el nombre de aquella muchacha. Se llamaba Paula.

Madre mencionó aquel nombre y, como una maldición, perdió la voz por largos días.

Luego de aquella tarde, decidí dejar el asunto en manos del tiempo. La historia de Paula no desapareció de mi memoria, mas no quise arriesgarme a que se silenciara la voz de Madre otra vez. Confié en el paso de las temporadas porque sabía que las mujeres de mi pueblo, cuando llegan a cierta edad, heredan la sabiduría de la naturaleza, aunque esperar no resultaba una tarea sencilla; cada día fue un espejo del anterior.

Un jueves de esa interminable invernada, Madre murió. Creo que varias historias dolorosas se atravesaron en su garganta y la ahogaron, entre ellas la de Paula. La noche antes de partir, me miró y me dijo en un murmullo: “Poli salió de su casa pensando en regresar pronto, por eso dejó la puerta entreabierta.” Pensé que, tal vez, hablaba dormida. No presté atención y, hoy, lamento no haberlo hecho.

Pasaron lentamente los años y tuve que crecer. Fui mudando la piel y el alma, hasta que un día llegó a mí la sabiduría de la naturaleza, acompañada de los conocimientos que Madre poseía.

Desde ese momento, pasé noches en vela descifrando susurros. Supe que las mujeres de mi pueblo y las de pagos cercanos se entregaron con afán a la misma tarea. Fue cuando empezaron las reuniones secretas. Descubrimos que los susurros no eran iguales en todos los lugares, por eso fue fundamental la participación de todas en la reconstrucción del relato. Así fue que conocimos a Paula, Poli para su comunidad.

Comprendimos que el relato nos quebraba la voz, pero no podía hacer lo mismo con lo escrito. El gran problema al que nos enfrentamos fue que, por ese entonces, a las mujeres se nos prohibía la palabra escrita. Primero, tuvimos que ganar esa batalla. Después, organizadas, las mujeres que secretamente habían aprendido la lectura y la escritura, enseñaron a otras sobre este arte. Finalmente, creímos necesario desencriptar la historia de Paula. Escribimos y volvimos a escribir, hasta que su nombre fue conocido en cada rincón de la tierra:

“Paula tenía diecinueve años, que le estallaban en luz por los ojos y la sonrisa. Cuando nació, este lugar tuvo las tierras más fértiles de todos los sures. Creció pintando futuros y los duendes la acompañaban. Cuando caminaba por sus calles, las flores más bonitas se abrían para verla pasar y le regalaban mil colores, que ella después guardaba en sus pinceles. Su alma estaba hecha de música (aún lo está) por eso los pájaros la seguían. Cuando le robaron su vida, la nuestra, la primavera no halló manos que la pintaran y decidió marcharse a otro sitio, uno menos cruel.

Sucedió cuando octubre comenzaba a despedirse…

Poli dejó la puerta de su casa entreabierta y salió, pensando en regresar pronto. Caminó unas cuadras sin sospechar que a su lado marchaba el más siniestro de los seres. Algunos susurros dicen que el horror la esperó en la esquina, otros dicen que fue la injusticia, pero los susurros más claros dicen que fueron ambos. Dentro de una casa abandonada, Paula conoció el rostro del terror, de la violencia y del odio. Los miró a los ojos, sabiendo que esos monstruos le quitarían hasta el último suspiro. Pensó en la puerta de su casa, que había quedado entreabierta y tuvo la certeza de que iba a volver para siempre. Murió. La mataron.

Después, el poder hizo silencio y prohibió que se mencionara lo ocurrido ese 31 de octubre; aunque muchas personas desobedecieron la orden y siguieron hablando de Paula, para que su historia no quedara enterrada en la injusticia.

Poli salió pensando en regresar pronto y cuando no lo hizo, su madre lanzó lágrimas de dolor al cielo y, con todas sus fuerzas, comenzó una lucha interminable contra el sistema podrido y nefasto que imperaba en estos pueblos. Este fue el nacimiento de los susurros.”

Son estas las palabras que recorrieron el mundo. Es este el relato que reconstruimos las mujeres de los pueblos. Los susurros se transformaron en gritos que reclamaban justicia. Paula volvió convertida en memoria y fue bandera de lucha y de esperanza; pero pasaron los años y la primavera todavía no volvía a nuestra tierra.

Prometimos nunca dejar de escribir sobre Poli. Con el correr de los años nos transformamos en ancianas sin pulso ni visión, sin embargo nos encargamos de transmitir el arte de la lectura y la escritura a las nuevas mujeres de los pueblos. Ellas continuaron con la tarea de sostener la memoria. Escribieron sobre y para Paula. Después relataron, también, la historia de Lucía, de Fernanda, de Ángeles, de Micaela, de Diana, de Chiara, de Melina… Entonces, sólo entonces, la primavera decidió volver a nuestra tierra.

***

En la casa de Paula y en todos los hogares de la región, todavía dejamos la puerta entreabierta.

Hacer cultura desde abajo también cuesta.


La Maza es una revista comunitaria que se sostiene con ganas y convicción…

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Anto Rinaldi
Anto Rinaldi

Una vieja de Lengua y Literatura y un intento de "escribidora".


Ramiro Alonso
Ramiro Alonso

Soy Ramiro Alonso, aunque en su mayoria me conocen como "sonri". Soy tatuador e ilustrador, estudiante de diseño grafico y aficionado a la cultura geek y a las artes en todas sus expresiones. Invitame un cafecito


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