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DEBATE SOBRE LA COMPOSICIÓN Y EL COMPORTAMIENTO DE LA CLASE DOMINANTE ARGENTINA A FINALES DEL SIGLO XIX

Actualizado: 8 ene

Mientras Argentina se incorporaba al mercado mundial, un sector social se apropió de un medio de producción abundante: la tierra, la que sirvió de anclaje para su crecimiento y cohesión. La composición, las actividades y el comportamiento de la clase terrateniente en Argentina ha sido objeto de debates, intentaremos dar cuenta de las posiciones en relación a esta discusión.


Escribe: Leandro Ubilla

Un inicio

La conformación de la clase dominante nativa en el último cuarto del siglo XIX estuvo íntimamente ligada a la incorporación de la Argentina a la moderna economía mundial que, estrechada por las innovaciones técnicas emergentes y la conformación de un mercado internacional más fluido, demandó una mayor cantidad de materias primas. Paralelamente la conformación del mercado nacional se veía posibilitado por el aumento de la demanda interna. En este proceso constituyente un sector social se apropió de un medio de producción abundante: la tierra, la que sirvió de anclaje para su crecimiento y cohesión. En estos aspectos empíricos que explican sucintamente el contexto de formación de la clase terrateniente, la mayoría de los pensadores están de acuerdo, pero cuando discuten la composición de la clase, las actividades y el comportamiento, no lo están tanto.

     Intentaremos en este breve trabajo dar cuenta de las posiciones en relación a esa discusión, iniciada por el ya clásico libro de Jorge Federico Sábato La clase dominante en la Argentina moderna. Formación y características publicado hacia el año 1988. Continuaremos con dos artículos, uno de Juan Manuel Palacio y otro de Fernando Rocchi, publicados en la revista Entrepasados N° 10 del año 1996, quienes acuerdan y polemizan con algunos postulados esgrimidos en las tesis sabatinas. Luego, ya entrado el siglo XX Roy Hora y Jorge Schvarzer intercambiarán opiniones en la revista de Ciencias Sociales Desarrollo Económico, centrados en la discusión de la clase dominante. El primero de ellos no acordará con las tesis de Sábato, el segundo que si lo hace será el encargado de la defensa. Finalmente, abordaremos la perspectiva de Carmen Sesto cronológicamente anterior a este último intercambio intelectual pero que propone un enfoque nuevo y revitalizante que abre muchos interrogantes sobre los temas tratados.

La apertura del debate: la tesis de Sábato sobre la clase dominante

     Sábato nos propone pensar una clase terrateniente beneficiaria de la incorporación de la Argentina al moderno sistema mundial, que práctica la ganadería de invernada con un enfoque comercial y financiero. Siendo para el autor estas últimas las actividades centrales que moldearon el crecimiento de la matriz y el desarrollo de la clase. El formato de producción de estancia mixta donde se relacionaban, según la imposición de la demanda local o internacional, agricultura y ganadería de invernada, posibilitaba la disminución de riesgos y la garantía de ganancias no muy abultadas, pero sí permanentes. Este modelo especulativo desinhibió, según el autor, la incorporación de mejoras técnicas en la cadena productiva y por lo tanto explica el estancamiento económico de la Argentina post 1930.

     Destaca en su análisis la afirmación de que la clase terrateniente era moderna y capitalista, al analizar la concentración de la tierra. Descarta que dicha concentración se deba a comportamientos precapitalistas, sino más bien a las características del mercado. Sostiene que el mercado de tierras se encontraba totalmente abierto para finales del siglo XIX, por lo que las grandes propiedades se vendían y se compraban más por motivos económicos (como la rentabilidad por hectárea) y financieros, como la posibilidad de los distintos sectores de acceder al mercado de capitales. El resultado, lógico para el autor, es el aumento del precio de las tierras y la dificultad para acceder a ella por parte de otros sectores como los chacareros. En definitiva, para Sábato la clase terrateniente devenida en clase dominante, poseía su principal base de poder económico social en el control del comercio y las finanzas, lo que le habría permitido incorporarse en otras actividades productivas y especulativas como la provisión de servicios o el negocio inmobiliario.

Los socios fundadores de la sociedad Rural fueron sus iniciadores J. Martínez de Hoz, Eduardo Luis Olivera, Amadeo Casares, Ricardo B. Newton, Francisco B. Madero, Lorenzo Fernández Agüero, Leonardo Pereyra, Jorge R. Stegman, Ramón Vitón, Juan N. Fernández, Jorge Temperley.


Una primera reacción a la tesis de Sábato en la revista Entrepasados.

     Fernando Rocchi en un artículo titulado En busca del empresario perdido: Los industriales argentinos y las tesis de Jorge Federico Sábato, pone su acento en el comportamiento del empresariado industrial en los momentos de auge de la economía agroexportadora, haciendo una lectura crítica de las tesis de Sábato, coincide con éste y con la línea interpretativa ya iniciada por Milciades Peña, sobre la identificación de intereses de los sectores terratenientes e industriales durante el periodo analizado y que otorga cohesión a una clase dominante que se caracteriza por su capacidad de multimplantarse en diversas actividades tanto productivas como de servicios. Como novedoso, Rocchi nos propone a través de una reducción de la mirada, una figura nueva a modo de hipótesis, la del empresario industrial importador. A primera vista pareciera una contradicción, sin embargo, para el autor es la confirmación de una de las tesis de Sábato, dado que parte del empresariado que producía manufacturas debía introducir bienes intermedios para la producción final, bienes que aún no se producían en el país. Luego, valiéndose del análisis de los avisos comerciales de fines del siglo XIX, el autor demuestra que no existía contradicción en los industriales locales, que bien podían ofrecer lo producido y lo importado, para afirmar que “La figura del industrial – importador es un caso particular del empresariado diversificado de Sábato”.

     Para Rocchi entonces el industrial argentino habría tomado conciencia de la necesidad de expandirse hacia el comercio como una alternativa válida e independiente para generar ganancias, diversificándose, pero no integrándose. En tal proceso el autor no encuentra conflictos sectoriales, en este caso entre industriales locales e introductores que, a veces, son las mismas personas, lo que confirmaría lo dicho por Sábato en relación a la principal actividad de la clase dominante y la cohesión y ausencia de conflictos internos.

     Al pensar en los argumentos de Sábato sobre la poca propensión a invertir en capital fijo de la clase dominante Rocchi encuentra que no se condice con las fuentes existentes, de hecho, las mismas ponen en cuestión esa afirmación. Toma a la alta tasa de rentabilidad de la industria en las primeras décadas del siglo XX como un contexto seductor para la inversión diversificada de la clase dominante con alto grado de liquidez que justamente se produjo, aunque no lo hizo con el fin de controlar la actividad.

     En el mismo número de Entrepasados Juan Manuel Palacio escribe su artículo titulado Jorge Sábato y la historiografía rural pampeana: el problema del otro, donde destaca la definición de Sábato sobre la clase dominante y su comportamiento especulativo y lucrativo, materializado en la estancia mixta. Sin embargo, al ajustar la escala de análisis, Palacio llama la atención y se pregunta si es lícito entender de la misma forma al pequeño agricultor o chacarero. Muy particularmente en una serie de afirmaciones que hace Sábato sobre estos, primero en relación a la extensión de los arrendamientos que se explicaban por el beneficio que aparejaba esa práctica contra la más racional de la compra de terrenos. En segundo lugar, sobre la ausencia de conflictos sociales entre terratenientes (propietarios) y agricultores (arrendatarios) en función de sostener un acuerdo mutuo de conveniencia económica. Es decir, el chacarero se habría comportado bajo los estándares de los terratenientes, ya que con un afán especulativo no habría invertido en capital fijo, tierras, alambrados y/o ganado, como así tampoco solicitado préstamos, ni tomado riesgos financieros, al buscar una ganancia rápida preferiría arrendar antes que comprar. Palacio responde que la conceptualización que hace Sábato de los chacareros no se condice específicamente con la realidad, dado que existe una dificultad extraordinaria de catalogar a ese sector rural por su tamaño y actividad. En tal sentido, acomoda su crítica en cuatro tesis que resumidamente dice: 1, los chacareros pampeanos estaban caracterizados en su vida diaria por la precariedad e inestabilidad económica y jurídica. 2, la relación entre propietarios y arrendatarios era por naturaleza conflictiva, en función de sus intereses encontrados. 3, parte de los chacareros habrían adquirido maquinaria y se habrían endeudado cuando las condiciones económicas así se lo permitieron. Por último, en la región triguera pampeana los agricultores mostraron una inclinación a la compra de tierras. Finalmente, el autor hace un llamado para profundizar en la historia rural pampeana desde el estudio de casos, la historia comparada con casos latinoamericanos y acentuar la mirada sobre los conflictos desarrollados en tal ámbito.      Encontramos en ambos autores reconocimientos a la obra de Sábato en cuanto abre un espacio de debate necesario y también desacuerdos en términos heurísticos al observar desde un ángulo más pequeño de análisis, que las afirmaciones sabatinas sobre la poca inversión en capital fijo primero y el supuesto comportamiento chacarero que imitaría al de los terratenientes y que, por ende, sería muestra de la ausencia de conflictos hacia dentro de la clase son, al menos, cuestionables.

Sociedad Rural Argentina, Palermo, Buenos Aires

Paradigmas en tensión. Roy Hora y Jorge Schvarzer.

     Roy Hora se concentra en oponerse a una línea argumental sobre la clase dominante en el periodo agroexportador que respondería a la línea Milciades Peña, Jorge F. Sabato y Jorge Schvarzer y al análisis macro social. Justamente con este último desarrolla un debate en los números 40 y 41 de la revista de Ciencias Sociales Desarrollo Económico durante los años 2000 y 2001, el cual no reproduciremos en su totalidad en el presente, por cuestiones obvias de espacio, pero sí algunos pasajes que contribuyen a la reflexión.

     En Terratenientes, industriales y clase dominante en la Argentina: respuesta a una crítica, Hora apuntará a una crítica sobre el principio de ausencia de conflictos hacia dentro de la clase dominante sostenido por el autor de La clase dominante en la Argentina moderna y por Jorge Schvarzer. En ese sentido se diferencia del posicionamiento tradicional que consideraba los intereses de terratenientes e industriales como contradictorios y del que denomina revisionista, que considera que estos intereses se complementaban por el alto grado de diversificación del gran empresariado hacia finales de siglo. Para Hora los empresarios rurales, luego de 1880, no dudaban que su destino estaba atado a la expansión del mercado externo, en tal sentido, erradicaron de su interior el debate librecambismo–proteccionismo. Postura que de alguna manera beneficiaba las buenas relaciones con los países demandantes de materias primas, pero que indudablemente contrariaba los intereses de los sectores industriales nativos, al imposibilitar una política aduanera que protegiera la producción manufacturera local. En función de ello, el autor sostiene que los conflictos entre empresarios no sólo que eran existentes, sino que se mantuvieron de forma constante desde 1890 hasta 1914. Schvarzer destaca allí la poca comprensión de sus postulados y de los de Sábato por parte de Roy Hora, en relación a considerar que en la clase dominante existe unidad, lo que no indica que no existan discrepancias o confrontaciones, porque al decir de Milciades Peña “unidad no es sinónimo de identidad”.

     Al pensar la composición de la clase dominante Hora destaca otra desavenencia, al considerarla conformada por “unos pocos grandes empresarios diversificados, así como un número mayor de empresarios industriales especializados, pero cuya cúspide se encontraba ampliamente dominada por grandes terratenientes con intereses fundamentalmente limitados al sector rural”. Contrariamente Schvarzer sostiene que la clase dominante estaría conformada por un grupo grande de empresarios diversificados y que se habría asentado en diversas actividades de servicios y habría obtenido la hegemonía política del país. En contrapartida, Hora ofrece un breve análisis que extrae de los juicios sucesorios de fines del Siglo XIX de veinte grandes empresarios rurales, donde la inversión en propiedad y empresas rurales alcanza el 78% y en propiedad urbana el 14,5%, y la inversión en activos líquidos e inversiones comerciales y financieras representa tan sólo el 6% del total. Esta información le sirve al autor para sostener la composición evidentemente rural de los sectores encallados en la cúspide de la clase dominante. Sin embargo, Schvarzer en un escrito no publicado por esos años, pero recuperado en el 2012, pone en dudas la validez de esas fuentes sino se tiene en cuenta que tienden a estar viciadas por razones prácticas e impositivas. En tal sentido sería obvio inferir que lo que predomina es la tierra como declaración porque es difícil de ocultar y que se omitan el dinero y los bienes mobiliarios que se transfieren fácilmente sin control del Estado.

Palacios Anchorena, Buenos Aires 1910

Una perspectiva distinta y estimulante

     Carmen Sesto disloca el debate desde un esquema teórico que plantea una tesis diametralmente opuesta a la de Sábato. Sostiene que la clase terrateniente bonaerense poseyó un estilo empresarial marcado principalmente por la gesta innovadora que iniciaría en la década de 1850. No toda la clase terrateniente se incorporará a esta revolución técnica, sino más bien un pequeño porcentaje que la autora considera cercano al 2% y que denomina Vanguardia.

     A entender de la autora, sin esta vanguardia la inserción en el moderno sistema mundial de la Argentina hubiera poseído otras características. El modelo requiere de fuertes riesgos e inversiones que en un principio se multiplican por cientos de $ oro, en la compra de animales de raza Shotthorn, Hereford y Aberdeen Angus por pocas familias. Luego a través de la capacitación y aprendizaje de sus miembros en países europeos (conocimientos zootécnicos – economía rural), implementan un sistema encadenado, complejo y coherente de tecnología para aumentar la productividad bovina en cantidad y calidad. Siguiendo los planteos de los economistas liberales heterodoxos Joseph Schumpeter y Evrett Haggen, la autora sostendrá que el crecimiento de la matriz productiva se deberá al afán permanente de incorporación tecnológica de alta productividad propiciada por este sector. A la posible pregunta de ¿por qué adquirir altos riesgos con tan alto margen o posibilidades de pérdida? Sesto recurre a Schumpeter al sostener la idea de una especie de monopolio transitorio posibilitado por las innovaciones aplicadas por pocas familias, lo que es altamente redituable una vez que se logra conquistar mercados que se conforman con la calidad del producto logrado. Hasta tanto el resto de los terratenientes no copie en su mayoría estas nuevas técnicas y metodologías tecnológicas empresariales para aumentar la calidad en la producción, las ganancias siguen circulando hacia los mismos sectores con muy pocos competidores.

     La autora divide en 4 etapas el proceso de incorporación técnica y transformación productiva propiciado por la vanguardia, la primera de ellas se ubica entre 1853 y 1873 y las innovaciones tecnológicas se centran en la mejora de la calidad del animal criollo. La segunda etapa, que oscila entre 1873 y 1887, presenta un proceso de innovación en el formato de un paquete coherente: cambio racial, manutención de animales y pasturas, cuidados acordes, alambrado, norias y la especificación en las tareas rurales con el afán de conseguir reducir los costos y garantizar la calidad. Entre 1887 y 1895 la vanguardia lleva adelante una transformación en la cadena productiva incorporando alfalfares y pastajes tiernos y una organización jerárquica de la mano de obra. La cuarta y última etapa incorpora una lógica de administración gerencial entre 1895 y 1900 que, junto a las innovaciones técnicas acumuladas en las etapas anteriores y a la incorporación de maquinarias modernas, garantiza la máxima eficiencia en la productividad.


Un final abierto

     Para concluir, observamos que la discusión sobre la clase dominante no está para nada zanjada. Las tesis de Sábato que inicialmente configuraban una clase dominante definida por la preponderancia de las actividades comerciales y financieras por sobre las productivas y que se diversificaba conforme el ánimo de lucro, fueron enriqueciéndose por las intervenciones de historiadores y cientistas sociales como el caso de Palacio y Rocchi que muestran matices sobre estas tesis, si bien coinciden en algunos aspectos de la clase dominante, cuestionan desde una nueva perspectiva historiográfica la falta de estudios de caso, razón por la cual, consideran que ciertas afirmaciones de Sábato son endebles.

     Por otro lado, y con la intención de diferenciarse de las miradas revisionistas, Roy Hora cuestiona quizás el núcleo de las tesis sabatinas que identifica en planteos de Jorge Schvarzer, entre ellas destacan la ausencia de conflictos al interior de la clase dominante y la composición de la misma. Hora intenta demostrar que los conflictos hacia el interior de la clase dominante particularmente entre terratenientes y chacareros no sólo que eran propios por los intereses opuestos al igual que Palacio, sino que en el periodo de cambio de siglo se transformaron en constantes. Así mismo pretende demostrar que la punta de la pirámide de la clase dominante estaba compuesta por un empresariado rural que poco se diversificaba, sino más bien se anclaba en actividades vinculadas a la producción rural.

     Sesto finalmente, demuestra que la clase terrateniente aporta al crecimiento y a la incorporación al comercio internacional a través de la innovación técnica. Algo por demás sugestivo, dado que rompe con la tesis dominante o tradicional, que sostiene lo contrario. A tal efecto se vale del concepto de vanguardia para identificar un pequeño grupo de estancieros que poseen voluntad de innovar, de aprender e invertir, para lo cual deciden capacitarse y tomar el riesgo.

     A la manera en que lo hizo el filósofo polaco Adam Schaff con Marx cuando escribió ¿Qué ha muerto y qué sigue vivo en el marxismo?, podemos hacer un ejercicio similar y pensar qué partes de las tesis de Sábato se encuentran descansando en el cadalso y cuáles no. Deberíamos incorporar una mayor cantidad de bibliografía y análisis para poder aseverar categóricamente la muerte de algunas de las tesis sabatinas, algo que quizás sea injusto para él y tal vez hasta inútil. De lo que sí estamos seguros es de afirmar que la contribución de los científicos sociales al entendimiento de las características de la clase dominante contribuye a una mejor comprensión de nuestro pasado y presente.



Bibliografía

  • HORA, Roy. Terratenientes, industriales y clase dominante en la Argentina: respuestaa una crítica. Buenos Aires: Revista de Ciencias Sociales Desarrollo Económico, vol. 41, N°161 (abril–junio de 2001). Pág.127–138.

  • PALACIO, Juan Manuel. Jorge Sábato y la historiografía rural pampeana: el problema del otro. Buenos Aires: Revista de Historia Entrepasados Año V, N°10, 1996. Pág.46–66.

  • REGALSKY, Andrés. Seminario: Cuestiones de Historia Económica Modernización y crisis en la economía argentina: problemas y controversias, 1860-1930. Lección 3. Buenos Aires: Universidad Nacional de Tres de Febrero Virtual, 2020.

  • ROCCHI, Fernando. En busca del empresario perdido: Los industriales argentinos y las tesis de Jorge Federico Sábato. Buenos Aires: Revista de Historia Entrepasados Año V, N° 10, 1996. Pág.67–90.

  • SABATO, Jorge. La clase dominante en la Argentina moderna. Formación y características. Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1988. Versión UNTREF virtual.

  • SESTO, Carmen. El refinamiento del vacuno y la vanguardia terrateniente bonaerense: 1856-1900, Anuario del IEHS 14. Tandil: Universidad Nacional del Centro, 1999. Versión UNTREF virtual.

  • SCHVARZER, Jorge. Terratenientes, industriales y clase dominante en el ya antiguo debate sobre el desarrollo argentino. Buenos Aires: Revista de Ciencias Sociales Desarrollo Económico, vol. 41, N°161 (abril–junio de 2001). Pág.121–126.

  • SCHVARZER, Jorge. Clases en conflicto y conflicto de ideas sobre las clases. Una aclaración necesaria para la polémica sobre la clase dominante en la Argentina moderna. H-industri@, Revista de historia de la industria, los servicios y las empresas en América Latina. Año 6, N° 10, (primer semestre de 2012). Pág.1–12.

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