EL EVANGELIO SEGÚN SAN BOCA
- Ramiro Barroso
- hace 4 días
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Fabio García vive el fútbol como una religión. En esta crónica narrativa, su devoción por Boca se convierte en punto de partida para pensar el vínculo entre pasión, identidad, política y cultura popular en Argentina.
Escribe: Ramiro Barroso
Arte: Abril Paquéz

La casa de Dios
Fabio García es el hincha número uno de Boca en San Rafael. Su pasión por el club no se limita a los días de partido, vive cada hora, cada día y la lleva puesta en la piel, en su casa y hasta en su bicicleta. Ha convertido su amor por Boca Juniors en un estilo de vida. Desde banderas hasta césped traído directamente desde la mismísima Bombonera, cada rincón respira fútbol.
“Eso lo heredé de mi viejo, que lo escuchaba en las radios de esa época y gritaba los goles con el alma. Eso me quedó para toda mi vida. Boca es un sentimiento, lo voy a llevar en mi sangre hasta el día que me muera. Es más, le he dicho a mis hijas que mis cenizas, si puede ser, las tiren en la bombonera. Eso es Boca para mí”, dijo Fabio.
Su pasión por el fútbol no tiene igual. Su casa, decorada de punta a punta con los colores azul y oro, es un homenaje permanente a la Bombonera. Vende productos de limpieza en el barrio y reparte los pedidos en su bicicleta xeneize. Toda la vida de Fabio está atravesada por el ardor futbolístico. Es más, nos contó que cuando juega Boca todo su ser cambia: “Cada vez que juega Boca soy otra persona, soy otra persona, no tiene nombre. No puedo explicar lo que siento, no lo puedo explicar”.
Como todas las pasiones, la pasión por el fútbol es total. Una muchedumbre que porta los mismos colores, que canta, salta, grita y putea al unísono: “el árbitro es un hijo de puta”. El individualismo no tiene lugar. Los deportes, pero el fútbol en particular, generan comunidad. Así como Fabio respira, come y sueña con Boca, a otras personas les pasa lo mismo. Esto quizás tenga que ver con algo que es muy propio de este deporte, el haberlo jugado. En otras palabras, todos nosotros hemos jugado alguna vez a la pelota, no así con otros deportes como el tenis, boxeo, rugby, automovilismo. En su gran mayoría, hemos sido espectadores.
Ahora bien, una cuestión difícil para todo hincha es elegir uno de sus ídolos: ¿Maradona o Riquelme? Fabio pensó un momento. “Maradona, por supuesto. Único, único, único. Es más, te digo que cuando se murió Maradona yo estaba acá sentado, y no me voy a olvidar nunca. Cuando se murió sentí una sensación, y he escuchado que a muchas personas les ha pasado lo mismo, que no la he vuelto a sentir nunca más. Maradona es el único de todos los tiempos”, explicó. Según mi experiencia, para todo hincha de Boca es difícil contestar esta pregunta. No así entre Maradona o Messi. Esta elección casi siempre está atravesada por una postura política. Para Fabio la respuesta era clara: Diego Armando Maradona. Para él, como Maradona no va a haber nunca.
La relación entre fútbol y política es como un matrimonio. En este caso, la dificultad es saber quién le propone casamiento a quien. Me da la sensación que no siempre se quiere hacer explícita esta relación por la incomodidad que puede producir en ciertas personas. O en todo caso, se dice que es una relación que en los últimos años ha aparecido y que ha corrompido al deporte. Sin embargo, la relación entre fútbol y política es muy antigua. Dos ejemplos claros: radicalismo y peronismo. La identificación del radicalismo con los sectores populares, un elemento distintivo en su origen, y la cual se vio dificultada después de la irrupción del peronismo, nos hace entender por qué en las primeras presidencias radicales la dirigencia de Gimnasia y Esgrima incorpora a políticos de ese partido, como Horacio Casco, concejal e Intendente Municipal de Buenos Aires, que dirigió el club entre 1920 y 1925. En el caso del peronismo, Gimnasia, que tendió a integrar a cargos dirigenciales a sindicalistas y funcionarios públicos del gobierno peronista, estuvo presidido durante casi todo el período por Carlos Insúa, quien renunciaría con la Revolución Libertadora de 1955.
El vínculo está y estuvo presente. El ejemplo que mejor ilustra esto en las últimas décadas fue el mundial ‘78: la dictadura estaba convencida que el fútbol generaría un consenso social y política. Esto no es algo propio de militares, sino de la clase política también. Creen a pie de juntilla que hay una relación fundamental, una relación causa-efecto entre fútbol y política. Esto estuvo en Menem, pero también en Néstor Kirchner, Mauricio Macri y Javier Milei. Matías Godio y Daniel Sazbón (2012) dicen lo siguiente en relación a la compleja y cambiante relación entre el mundo deportivo y el de la política:
“Lejos de constituir plataformas desde las que los dirigentes ‘saltan’ a la arena política, los clubes están atravesados por los cambios que cruzan a las sociedades de las que forman parte, y por lo tanto, por las cambiantes posiciones políticas que marcan cada etapa histórica” (pág. 70).

Fútbol, fútbol, fútbol, el mesías del fútbol
Maradona es quizás el primer héroe global en lo que al fútbol respecta. Esto se podría sintetizar en la frase: “Maradona es dios”. Esto obviamente tiene que ver con lo que significó para la Argentina salir campeón en el Mundial de México: ¿volver a levantar la copa? ¿El nacimiento de un mito argentino? ¿El llanto por una felicidad anhelada? ¿La ruptura momentánea con una normalidad que cada vez se mostraba más injusta? ¿El goce en los años del dolor? ¿Una democracia en la alegría? ¿Tranquilizar la culpa de festejar la victoria del ‘78 cuando otros eran torturados? ¿Una explosión social legítima? ¿El único gran relato aglutinador que sobrevivió en los años del fin de la historia? ¿El único? No lo sé, pero en 1986 el pasado estuvo presente en cada momento, y hoy sigue estando presente el grito de “barrilete cósmico” y “mano de Dios”. Basta con mencionar el clásico partido de cuartos de final con Inglaterra: son los piratas, son las invasiones de 1806 y 1807, son las Malvinas. En otras palabras, es la anhelada revancha de una sociedad entera contra aquel que hasta hace años atrás fue su enemigo.
Por otro lado, había un condimento de sorpresa, lo cual hace de una victoria una épica. El equipo no venía jugando del todo bien, es más, algunos dicen que es un equipo que termina de componerse ahí en México. Quizás uno ahora puede entender mejor porque Fabio dice lo que dice con tanto sentimiento. Cuando le pregunté por Maradona él dijo que “Como Maradona no va a haber nunca. Habrá tenido sus defectos, sus vicios, todo. A lo mejor ha sido un mal padre, lo que sea, pero dentro de la cancha no sé si voy a volver a ver a alguien como Maradona”.
Se trata de un santo popular. Aquel que quizás condenso una larga tradición. Recordemos que en la Argentina se empieza a jugar al fútbol muy cercanamente a la fecha en que se originó el deporte en Inglaterra, lo cual muestra el grado de presencia de la comunidad británica en Argentina. Asimismo, hasta entrado el siglo XX el fútbol era un deporte de un sector acomodado de la sociedad. No obstante,
“el deporte irá perdiendo paulatinamente sus rasgos originales, asociados a la colectividad británica y a las prácticas de la elite local, para transformarse en una actividad cada vez más ligada a las costumbres populares. El fútbol será un caso ejemplar de este proceso de simultánea nacionalización y popularización de las actividades deportivas” (Godio y Sazbón, 2012, pág. 65).
¿Esto hereda Maradona? Quizás… La irrupción de las masas a la esfera pública generó un impacto fundamental en nuestro sistema político. En relación al deporte, la identificación de clases, y sobre todo las clases populares, es un elemento clave, basta con recordar a Pascual Pérez.

Fútbol nuestro que estás en los cielos… y en la TV codificada
Fabio nos dio su opinión sobre el fútbol actual: “Yo creo que el fútbol de hoy no es el mismo de ayer. Acá hay muchos temas, temas de dirigentes, temas de árbitros… El fútbol ha llegado a un punto que no se disfruta tanto, es comercio. Antes el fútbol se sentía. Vos lo veías en las canchas, vos lo veías en todos lados, todo el mundo te hablaba de fútbol. Ahora lo veo muy dirigido por gente que no siente realmente el fútbol. Acá hay muchos intereses, mucho comercio, mucho esto, mucho lo otro. No, no, el fútbol se ve en la cancha”.
Escuchando a Fabio, pienso en una gestión empresarial del deporte, cuyo emblema en los últimos años es Mauricio Macri. Ahora bien, es más grande que el expresidente de Boca Juniors. Se trata de la industria cultural global, la cual aprendió a neutralizar los pocos vestigios de conciencia de clase que aún rondaban de aquella sociedad de fines de siglo XX en donde justicia, libertad e igualdad significaban poco o directamente nada.
Así como en un momento Maradona fue el primer héroe global, hoy es Messi su mejor representante. No obstante, no son lo mismo, algo ocurrió en el medio. Hoy la industria cultural formatea a los héroes deportivos con una carga más fuerte en el guión. En los años maradonianos los héroes eran disidentes al sistema, mientras que hoy los jugadores no pueden sacar los pies del plato. Sin embargo, la ficción de que una treintena de equipos representan a sus países en un campeonato que define la jerarquía o supremacía de otro sigue vigente a tal punto que durante 30 días se consumen una gran cantidad de productos, desde papas fritas hasta figuritas Panini, en un contexto de crisis económica y social.
También puede pensarse como parte de un proceso más largo: la profesionalización del deporte. En la década de 1920 y 1930 ya comienzan a surgir las “estrellas” de los clubes. Pese a esto, todavía los jugadores no viven del fútbol. Será a partir de estos años cuando empiece a popularizarse y volverse un espectáculo de masas cuando comiencen a aparecer las tensiones entre el trabajo y el deporte: ¿juego o trabajo? Con esto el fútbol comenzará a ser un negocio: venta de diarios, venta de entradas, compra-venta de jugadores, etc.
La “Era de las Masas” en Argentina (1916-1976) también trae consigo la presencia del fútbol como un deporte importante. Antes de 1920 aproximadamente era un espectáculo para una clase para sí misma. Con el proceso de popularización, hay un desplazamiento de clase entre los espectadores y practicantes. A la par, se conforma el germen de la nacionalización del fútbol, es decir, su identificación como un elemento identitario nacional. Hay algo de lo argentino que se juega todos los domingos al ver un partido entre Boca y River, entre Argentina y Brasil. Incluso, vencer es una hazaña nacional.

Bibliografía
Godio, M., y Sazbón, D. (2012). Fútbol y política. Historias, trayectos e identidades entre los dirigentes de los clubes platenses. Revista Forjando, 1, 62-71.
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