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LOS ZURDOS VAN A CORRER... AL RECITAL DE SILVIO

Un genuino homenaje disfrazado de crónica, hacia un artista nacido en Cuba y criado por la Revolución, compañero fiel de quienes soñamos quimeras.

Escribe: Anto Rinaldi, Candela Orozco y Tobías Corvalán

Arte: Gabriel Ferreyra

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El pasado 10 de abril, desde su cuenta oficial de instagram @zurrón_del_aprendiz, Silvio Rodriguez anunciaba, con un humilde video titulado “noticia”, una nueva gira por Latinoamérica para finales de septiembre y principios de noviembre de 2025. Los países privilegiados: Chile, Argentina, Uruguay, Perú y Colombia. La cuenta, con un nombre que pasa desapercibido, junta pocos seguidores para un artista de la magnitud de Silvio, apenas 157.000. Sin embargo, sabíamos que no iba a ser un limitante para que la noticia se difundiera de boca en boca por todas las casas de Nuestra América. De la misma manera, no tardamos en compartirnos el video casi simultáneamente, “no sabemos cómo, pero tenemos que ir”, pensamos.

Mientras esperábamos con ansias las fechas en Argentina los medios de comunicación de Chile anunciaban:

“Tras agotar los tickets para sus presentaciones del 29 de septiembre y 1 de octubre en solo tres horas- y con más de 180 mil personas en la fila virtual-, la producción del cantautor anunció otros dos conciertos para el 5 y 6 de octubre en el Movistar Arena.” (cooperativade.cl,15 de Abril de 2025)

Sabíamos que en nuestro país la cosa iba a ser parecida. Debíamos estar decididos, de antemano. No queríamos correr el riesgo de quedar afuera. Sin embargo, no es tan sencillo como parece, vivir en un pueblo del sur mendocino y emprender un viaje a Buenos Aires para asistir a un recital, implica un presupuesto más que interesante, en tiempos donde nada sobra. Se deben considerar los pasajes, estadía y entradas; todo esto sostenido, en nuestro caso, por un salario docente que, como han revelado los datos que publicó el FTEL (Frente de los Trabajadores de la Educación en Lucha) basados en el último Informe Indicativo del Salario Docente de la Secretaría de Educación de la Nación  del Ministerio de Capital Humano, es de los peores del país. 

“¿Quién tiene tarjeta, cuánto monto? ¿Podremos sacar las entradas en cuotas? ¿Cuáles serán los precios? ¿Hasta cuánto podemos pagar?” Frente a este panorama de incertidumbre nos decidimos, eso sí. Preparamos un plan de acción para los posibles emergentes y nos entregamos a la espera con un “ojalá” en la boca.

Ya teníamos fecha y horario de la venta de entradas y elegimos a la encargada de formar en la fila virtual: Anto.  El poder de la tecnología borró la distancia y estuvimos juntos a pesar de los kilómetros. Se habilitó la compra a las 13 hs. del 25 de abril. Si bien nos conectamos temprano, delante nuestro había una fila de 1700 almas. Mujeres de fuego, mujeres de nieve, necios, una Olivia, una Mariana, algunos Domínguez y nosotros, unos simples ciudadanos del amor; todos aguardando por el ansiado sueño de que Silvio nos dé una canción con sus dos manos. Finalmente, llegó el momento: tres entradas para Rodríguez, sector 301, platea alta. Después, emoción y felicidad.

Pero retrocedamos un poco… ¿Por qué la idea de ver a Silvio nos generó tanta euforia, tanta ansiedad? ¿Cuál era la importancia de acceder a esas entradas? Verlo significaba, en pocas palabras, cumplir un sueño en común. 

Solemos vernos poco, eso significa que cada encuentro es un ponernos al día de todas las cosas que ocurrieron durante el lapso que no nos vimos y, considerando que somos docentes viviendo en la “mansa” Mendoza de Cornejo, no son pocas. Política, amores, desamores, música, cine, charlas que saltan de una temática a otra sin previo aviso, porque todo tiene que ver con todo, o al menos nosotros así lo sentimos. El nombre y la voz de Silvio aparecen siempre, porque también tienen que ver con todo. 

En febrero emprendimos nuestro primer viaje juntos, el destino: La Rioja. Un viaje de pocos días pero intenso: tres días de afectos y mesas compartidas, mucho vino tinto, comida casera en abundancia, risas, debates con panzas llenas y, por último, mucha música que nos regalaba la inmensa Chaya. De Real del Padre a La Rioja hay 772.7 km de distancia que se traducen, según Google Maps, en 8 hs y 35 min de viaje en auto, que se convirtieron en 13 horas de auto y varias paradas en pintorescos pueblitos riojanos. Es un viaje largo, y más largo se hace para quien maneja, considerando que solo uno tenía carnet. En esas charlas que se generan cuando los acompañantes ceban mates para cortar con el aburrimiento y la monotonía de las rutas que atraviesan los campos áridos de Cuyo y que el conductor debe someterse a ver por horas, uno largó la siguiente pregunta: “¿A qué músico les gustaría ver en vivo?”. La pregunta más allá de impulsar la imaginación, excluía la posibilidad de elegir artistas muertos. “No vale revivir a nadie!”. Al unísono, sin dudarlo mucho, dijimos los tres: “Silvio”. Pero, ¿ por qué Silvio?

Podríamos exponer algunos datos biográficos del hombre, sin embargo no aportarían a la finalidad de nuestro artículo; así que nos detendremos en dos aspectos que, creemos, son los más importantes. El primero: Silvio Rodríguez nació. El segundo: nació en Cuba. Sí, (y nos ponemos de pie) Silvio es latinoamericano. Sobre estos datos nos centraremos para el desarrollo de este genuino homenaje disfrazado de crónica.

Resulta que, los que nacimos y crecimos en estas zonas olvidadas del mundo, hemos presenciado toda clase de injusticias, perversiones y abusos cometidos contra el pueblo latinoamericano. Por supuesto, los paridos en la última década del siglo pasado no escapamos a la regla. Sería válido y oportuno enumerar una serie de eventos desafortunados, para contextualizar aquella época, sin embargo no lo haremos porque “nuestro tema” se dirige a otro puerto. Sí diremos que, frente a esa desesperanza y caos (que aún hoy sigue copando las calles), hubo voces que le pusieron vida a tanta muerte, denuncia a tanto silencio y luz a tanta oscuridad. Una de esas, fue la de este artista. Sus canciones son el retrato hablado de la historia de nuestra Patria Grande y nos hace quererla cada día más. Por eso, elegimos sus letras y melodías para que nos acompañen en nuestro existir: en el amor y el desamor, en las victorias y los abismos, en la búsqueda de la igualdad, en los pedidos de justicia. Es el joven soldado que usa como fusil una guitarra y canta; tal vez, sin dimensionar cuánto ayuda a la construcción de un espacio en el que todos y todas podamos habitar con dignidad. Escucharlo es una decisión política.

La música de Silvio Rodriguez son nuestros viejos y abuelos, cantando con esperanza en los ojos; es nuestra adolescencia, entonando gritos de rebeldía; pero también es hoy… y no se explica solo en la nostalgia. Si uno quiere dejarse llevar por el sesgo de la inmediatez y la lectura fragmentada (casi esquizofrénica) en la que pareciera presentarse la realidad, suena hasta ridículo que, en el país donde ganó un gobierno que se ha propuesto alimentar al “enano fascista” que escondemos los argentinos (según la periodista italiana Oriana Fallaci), y disputar culturalmente contra un supuesto “marxismo cultural”; llene tres Movistar Arena alguien que se ha considerado hijo de la Revolución Cubana. Quizás Milei no se equivocaba, los zurdos íbamos a correr… pero al show de Silvio. 

Creemos que no es inocente la gira de Rodriguez, como tampoco lo fue su último disco, como, en realidad, nunca lo fue su arte. Hoy, son tiempos difíciles, grises… de esos que Gramsci alertaba sobre la emergencia de los monstruos. La revolución está lejos, a la Patria la saquean, parece ganar la indiferencia y cada vez más pibes se acuestan con la panza vacía. Pero, si algo podemos aprender de Silvio es que aún en momentos adversos, en los que lo viejo no muere y lo nuevo no termina de nacer, no hay que dar el brazo a torcer; aún puede emerger la esperanza. No es un dato menor que en los ‘90, década dificilísima para la Revolución Cubana, Silvio sacara grandes canciones. En Sueño con serpientes (1991), nos cantaba lo siguiente: “Esta al fin me engulle / Y mientras por su esófago paseo / Voy pensando en qué vendrá / Pero se destruye / Cuando llego a su estómago / Y planteo, con un verso, una verdad”.  

Los monstruos aún pueden (y deben) combatirse y lo viejo funciona, sí; pero las serpientes cambian de piel, los monstruos de forma y “la cosa” no deja de venir. La visita de Silvio, en la presentación de su nuevo disco, tiene que ser una invitación para que nos animemos a entonar nuevas canciones, a crear nuevas utopías.

Hasta aquí llega esta crónica, en la que hemos volcado toda nuestra admiración por este artista nacido en Cuba y criado por la Revolución, compañero fiel de quienes soñamos quimeras. Creemos coherente cerrar el texto con alguna de esas frases que escribe Silvio en sus canciones y así, como sin querer, nos abraza a todos los latinoamericanos: “Para pronunciar el nosotros, / para completar la unidad / habrá que contar con el otro / las luces y la oscuridad. / Es grande el camino que falta / y mucho lo por corregir. / La vara, cada vez más alta / invita a volar y a seguir”.

Hacer cultura desde abajo también cuesta.


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Anto Rinaldi
Anto Rinaldi

Una vieja de Lengua y Literatura y un intento de "escribidora".

Candela Orozco
Candela Orozco

23 años. Profesora de Danza y bailarina en constante aprendizaje. Ah, también soy villatuelina y futbolera.

Tobías Corvalán
Tobías Corvalán

Profesor en Historia y Formación Ética y militante popular. La lectura, el cine, la cocina y el vinito. Y el futbol, claro. Un Riquelmista maradoneano que ama a Messi.

Gabriel Ferreyra
Gabriel Ferreyra

"Gavisual" la mayor parte del tiempo, dibujante, ilustrador, Artista plástico y peronista.

Estudiante de Licenciatura y PGU en Artes plásticas (UnCuyo).

Soy dibujante de lo que me sucede.




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