EL HIERRO DEBAJO DEL TERCIOPELO
- Ramiro Barroso
- hace 4 días
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Actualizado: hace 3 días
A principios de SXX, en San Rafael, existieron ciertas cualidades de dominación oligárquica. Esto significó que se constituyó una forma particular de ejercer la dominación política de clase, sobre un orden social en el que la burguesía sanrafaelina concentraba el poder y excluía a las mayorías.
Escribe: Ramiro Barroso y Tobías Corvalán

El patrón de los grandes predios es también señor de las autoridades, pues casi siempre es el caudillo plutócrata que ayuda en las elecciones a los gobiernos a trueque de que éste le nombre luego jueces de paz y comisarios de su amistad. Con estos se convierte en una especie de señor feudal. CARLOS WASHINGTON LENCINAS
¿Dominación oligárquica?
La esperada inauguración de la estación de San Rafael se produjo el 8 de noviembre en medio de grandes festejos y con la presencia de autoridades locales, provinciales y nacionales. La comitiva oficial que inauguraba el ramal estaba integrada por el administrador de la empresa constructora del ferrocarril H. H. Loveday, el representante de la empresa Samuel Hale Pearson, el gobernador de San Juan Gral. Enrique Godoy, el obispo de Cuyo Marcelino del Carmen Benavente, el ministro de Obras Públicas de la Nación Emilio Civit, entre otros.
La presencia de estas personas, al margen de las enemistades personales existentes, es clave para comprender la forma de dominación política, ya que si bien la burguesía ejerció a partir de 1903 una notable hegemonía, esta fue dirigente (hegemónica) en el plano económico, pero dominante (coerción) en lo político. Dicho en otros términos, la burguesía ejerció la hegemonía sobre su misma clase, pero dominación sobre las clases subalternas.
Ahora bien, cuando hablamos de dominación, hablamos de una forma histórica de ejercer la dominación política de clase, que Ansaldi (1992, 2016) ha definido como oligárquica. En este sentido, la dominación oligárquica se caracteriza “por la concentración del poder en una minoría y la exclusión de la mayoría de la sociedad de los mecanismos de decisión política” (Ansaldi y Giordano, 2016, págs. 509-510). El ejercicio del poder, por lo tanto, se fundó en la dominación sobre la mayoría.
Esta forma de dominación política se corresponde con el patrón de acumulación del modelo primario exportador, ya que la dominación se ejerció en el interior de sociedades estructuralmente agrarias, con predominio de la gran propiedad de la tierra (latifundio), con una larga persistencia de prácticas paternalistas, mediante las cuales la dominación central se transmitió hacia los espacios administrativos menores (Ansaldi y Giordano, 2016, págs. 514, 522).
Si tenemos en cuenta esta definición, podemos decir que en San Rafael existieron ciertas cualidades de dominación oligárquica, teniendo presente que lo fundamental es la concentración del poder en una minoría y la exclusión de la mayoría de los mecanismos de decisión política. Siguiendo esta lógica, la dominación oligárquica tuvo una dimensión política que se expresó institucionalmente. Driollet de Sanjurjo (2007) nos advierte que la reforma de la Constitución provincial de 1895, si bien estableció que el presidente debía surgir del seno de la corporación municipal, también estableció el voto censitario. Para ser edil había que cumplir con requisitos de orden cultural (saber leer y escribir) y económico (pago de impuestos), así como dos años de residencia en el departamento para los criollos y tres para los extranjeros. Para ser elector, el criollo debía pagar patente o impuesto, y el extranjero, tener residencia de un año, pagar patente o impuesto y saber leer y escribir. Por último, para ser miembro de las mesas inscriptoras se requería esas condiciones, y contarse entre los treinta mayores contribuyentes (pág. 365).
En resumidas cuentas, la dominación se caracterizó por una fuerte concentración del poder en un núcleo de personas. Es más, a pesar de la reforma de 1900 que vuelve al régimen impuesto por la ley municipal de 1874, es decir, se restableció el manejo de los municipios por el gobierno provincial, continuaba con el voto calificado. Tras la fachada de “padres fundadores”, “ilustres” o “pionniers” que el sentido común se encargó de construir sobre los rostros de la clase dominante, había hombres y mujeres profundamente antidemocráticos que recurrieron a la violencia física y simbólica para preservar su orden social.

Comitiva oficial en la residencia de Rodolfo Iselín.
Fue más que una comilona
La dominación oligárquica también tiene una dimensión social, que como dice Ansaldi y Giordano (2016), se manifestó en las culturas políticas y, sobre todo, en los imaginarios sociales, en las prácticas asimétricas y bipolares como el paternalismo, el clientelismo, el peso del apellido, en la sumisión ante los poderosos, en la aceptación de las desigualdades, el miedo, la explotación y la opresión, la discriminación por el color de la piel y/o la posición social en las formas de sociabilidad, en los lazos inconsútiles que constituyen lo que el joven Etienne de La Boétie llamó, a mediados del siglo XVI, la servidumbre voluntaria (pág. 510).
En esta línea, la forma de reclutamiento de los designados para las funciones de Gobierno era cerrado. Dentro de un círculo reservado y selecto, primaban criterios como el apellido o el linaje, la tradición, los lazos familiares o de parentesco extendido, el prestigio social, la amistad y el poder económico. A ellos, en contadas ocasiones, se sumaban formas de ascenso social como recompensas por habilidades políticas, méritos militares o alianzas matrimoniales con integrantes de familias de antiguo abolengo. No está de más recordar que, en Mendoza, las familias que detentaban el poder durante estos años hundían sus raíces en la época colonial, algunas de ellas descendientes directas de los propios fundadores: Moyano, Villegas y Lemos, compañeros del capitán Pedro del Castillo. Otras, como las familias Godoy (1602), Álvarez (1778), Bombal (1780) y Galigniana (1795), también se remontaban a los tiempos coloniales.
La dominación oligárquica se sostuvo en gran medida gracias a las alianzas familiares. En San Rafael, hay varios ejemplos notables. Uno de ellos es el casamiento entre Julio Gerónimo Balloffet con Aurora Suárez, cuya familia materna poseía vastas extensiones de tierra desde la década de 1820. Otro es el de Dolina Aubone Ugarteche con Estanislao Benjamín Salas Videla. Estas alianzas también se verifican en los apellidos de los gobernadores: José Miguel Segura (1881-1884) era hijo de Pedro Pascual Segura (1845-1847 y 1852-1856); Arístides Villanueva (1870-1873) era hermano de Joaquín Villanueva (1876), y este era primo de Nicolás Villanueva (1867-1870), quien a su vez era hermanastro de Elías Villanueva (1878-1881 y 1901-1904), el cual era tío de Carlos Galigniana Segura (1904-1907).
Pablo Lacoste (1995) nos dice que
“Las fuertes pautas de endogamia de la élite mendocina finisecular aparecían como un continuismo de las costumbres del Antiguo Régimen Colonial. Pero en esta época, en la cual el armazón legal había suprimiendo las diferencias sociales manteniendo únicamente las económicas, la endogamia fue una nueva forma de racismo” (pág. 30).
Esto nos hace entender aún más la razón de los matrimonios, ya sea entre criollos o entre criollos e inmigrantes adinerados y/o de linaje aristocrático. Y si bien se trata de una herencia colonial, se profundizó con el pensamiento positivista, el cual se convirtió en el núcleo duro de las proposiciones “científicas”.

Apertura de la calle de la Estación, actual avenido San Martín. La acequia separa la Comitiva oficial, o sea la clase dominante, de la peonada.
La discriminación basada en el color de piel y posición social fue un elemento fundamental de la dominación política. Basta con tener presente que el 9 de noviembre de 1903 se realizó una fiesta de recepción en la residencia de don Rodolfo Iselín, mientras que los festejos populares se ubicaron varios metros más allá de la comitiva oficial. Se cuenta que el francés ofreció a la pueblada un almuerzo libre con un menú que consistió en quince vacunos asados con cuero y cinco mil empanadas criollas. Y aunque pueda parecer algo anecdótico, no deja de llamarnos la atención la separación que se hace. Las evidencias fotográficas también dan cuenta de que no fue el único momento. En la apertura de la calle de la Estación, actual avenida San Martín, hay una acequia que separa la comitiva oficial de la peonada. Un aspecto que se refiere al ejercicio de la violencia simbólica, un mecanismo mediante el cual se busca la naturalización de las jerarquías. Dicho de otro modo, la separación física refleja la brecha social y económica que existía entre las clases.
Marcó del Pont (1964) también da cuenta de esta distancia entre unos y otros, cuando relata que en la Colonia Francesa se lleva a cabo una reunión de importantes vecinos para la redacción de los estatutos y nombramiento de las autoridades de la Unión Industrial de San Rafael. Allí menciona a Iselín, Cornú, Violette, Espínola, Salas, entre otros. Pero luego dice:
“Como es domingo y hace buen tiempo, no faltan algunos peones que transitan por el ancho carril, indiferentes a lo que ocurre. Son descendientes de los indios pehuenches vencidos por la civilización, y otros tipos de ‘chinos’, mezcla indefinida de las llamadas razas inferiores” (págs. 7-8).
En otras palabras, los vencidos por la civilización no tienen lugar en ese almuerzo.

Festejos populares con motivo de la llegada del ferrocarril a San Rafael.
La otra cara de la civilización
Un registro clave para ver las condiciones paupérrimas de las clases subalternas se observan en las fotografías de Juan Pi. De origensuizo-francés, Juan nació en 1875 en el seno de una familia catalana, y vivió en la ciudad de Buenos Aires desde 1896 hasta 1903, año en que se muda a San Rafael y establece su estudio fotográfico.
A través de sus ojos observamos a mujeres afrodescendientes trabajando en la extracción de rocas y minerales, una actividad típica de comienzos del siglo XX en las regiones aledañas a la ciudad de San Rafael. Se trata de un trabajo arduo y pesado, a pleno sol, en donde si bien hay niños acompañando a lo que probablemente sean sus madres, no debe descartarse que ellos puedan ser trabajadores.
Harían falta un par de años y decisión política para que esta situación cambie. Por ahora solo les toca ranchos de paja, hacinamiento laboral, castigos corporales… Lacoste (1995) nos dice, además, que “no se implementaron ni límites a la jornada laboral, ni pautas para un salario mínimo” y que hubo “reiterados instrumentos legales, sobre todo ordenanzas municipales, que imponían a los no propietarios la obligación de trabajar en relación de dependencia” (pág. 43). Aunado a esto, pervivieron vestigios del droit de suite, por el cual los patrones podían recurrir a la fuerza pública para capturar a los trabajadores que hubieran resuelto abandonarlo. Un ejemplo de esto quedó registrado hacia 1899, en oportunidad de la nota que el subdelegado de San Rafael envió al comisario de Colón:
“Proceda usted a la captura de un indígena llamado Daniel, quien se ha fugado de casa de don A.H. robándose un caballo obscuro marca violón, a cuya efecto debe entenderse con el señor Rodolfo Iselín, dueño de la propiedad denominada La Chilca, y donde este menor se encuentra. Obtenida sea su captura lo entregará al señor H…., conjuntamente con el caballo. Dios guarde a usted” (Marcó del Pont, 1948, pág. 198).
El disciplinamiento de la mano de obra, como mecanismo de control y dominación, se ejercía a través del maltrato y el castigo. El poder se ejercía sobre los cuerpos y las mentes de los trabajadores, creando una relación de obediencia e intentando reprimir cualquier forma de resistencia. Amén a la búsqueda incesante de capital. Así lo refleja otro ilustrativo episodio en el sur, registrado en el libro copiador del Jefe Político:
“Ramón Aguilar en completo estado de ebriedad le dijo a su patrón don B.L. que no podía salir al trabajo por estar trasnochado, razón por la cual el expresado L. le abrió la cabeza con un rebenque al mencionado Aguilar, al cual, no obstante esto, el comisario Fernández tomó preso y sin permitirle se curase las heridas, remitió a esta subdelegación sin más sumario que el adjunto” (Marcó del Pont, 1948, pág. 198).
Lo que se constituyó en 1903 fue un orden social en el cual la burguesía sanrafaelina ejerció la hegemonía. Sin embargo, en cuanto al ejercicio del poder, las clases dominantes del sur mendocino adoptaron cualidades oligárquicas, expresada en un profundo desprecio por la democracia. Detrás de ese guante atercionalo de “héroes”, “pioneros”, “ilustres” y “padres fundadores” hay un mano férrea dispuesta a hacer todo lo posible para sostener su orden y progreso.

Vendimia, 1905
Bibliografía
Ansaldi, W. y Giordano, V. (2016). América Latina. La construcción del orden. Tomo 1. De la colonia a la disolución de la dominación oligárquica. Ariel. Buenos Aires.
Lacoste, P. (1995). La generación del ´80 en Mendoza (1880-1905). Ediunc. Mendoza.
Marcó del Pont, R. (1948). Historia del Sud mendocino. Editorial Buenos Aires. Mendoza.
Marcó del Pont, R. (1964). El Doctor Schestakow. Instituto Amigos del Libro Argentino. Argentina.
Morales Guiñazú, F. (1939). Genealogía de Mendoza. Mendoza. JEHM.
Perez Winter, C. V. y Martinelli, A. G.(2012). La construcción Blanca y Europea del Estado-Nación argentino: Afrodescendientes en San Rafael, provincia de Mendoza (Argentina), en el registro fotográfico de Juan Pi (1903-1933). Caminhos de Geografia, vol. 13 p. 127-143. Universidade Federal de Uberlândia.
Richard-Jorba, R. A. (1998). Poder, economía y espacio en Mendoza, 1850-1900: del comercio ganadero a la agroindustria vitivinícola. Universidad Nacional de Cuyo Facultad de Filosofía y Letras.
Sanjurjo de Driollet, I. (2006). “Frontera indígena y colonias agrícolas en el sur de Mendoza entre 1854 y 1916”. En Richard-Jorba, R. A. (comp.), La región vitivinícola argentina: transformaciones del territorio, la economía y la sociedad (1970-1914). Buenos Aires. Universidad Nacional de Quilmes.
Sanjurjo de Driollet, I. (2007). “La tensión política entre centro y periferia bajo la Constitución de Mendoza de 1900: El municipio de San Rafael en el marco del civitismo”. Revista de historia del derecho, (35), 355-388.
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