top of page

MANTEQUILLA DE MANÍ

En este relato íntimo y reflexivo, el narrador explora los matices del amor y la conexión emocional a través de las pequeñas rutinas cotidianas. Mientras comparte su perspectiva sobre el cariño, la presencia y la lealtad, revela profundas verdades sobre las relaciones y la importancia de los actos simples que fortalecen los vínculos.


Escribe: Yen y su mundo

Arte: Adriel Olaia

ree

Fue amor a primera vista. Te miré, me miraste, y se notó mi felicidad. Siempre tan transparente, yo.

Es raro, no entiendo bien si existe el amor a primera vista; si en realidad podés saber, con solo ver a alguien, que es por ahí. La verdad, ni siquiera entiendo el concepto de amor. 

Pero me fui con vos sin claridad, sin nada de conceptos. Paseamos tanto, y durante tantos días, que cuando menos me lo esperé, me habías abierto las puertas de tu vida. De repente era parte de tu cotidianidad. Era parte de tus desayunos, esos que te tomabas una hora en preparar, después de una larga ducha para arrancar el día. Arrancar consistía en que te vayas por una eternidad y vuelvas por esa puerta con una sonrisa de oreja a oreja diciendo -menos mal que estás vos- mientras dejabas tus cosas tiradas por el suelo. Porque siempre estoy cuando me necesitás, así va a ser siempre. Aunque no te lo dije y no pueda decirlo, estoy.

Pero linda rutina, ¿no? Vos vas y hacés tu vida y yo estoy acá esperando ver tu sonrisa; mientras creo que hago un montón para generarla, pero... en realidad, solo estoy. De hecho me pregunto si es poco lo que hago, pero, ¿por qué a vos te cuesta simplemente estar? Es decir, te vas, disfrutás, te enojás, llorás, te frustrás, todas esas emociones las pasás sola. Es verdad, te conocí solitaria, me lo hiciste entender. Pero tu abrazo dice otra cosa. Que prepares un plato de comida aparte con lo que a mi me gusta en cada almuerzo, dice otra cosa. Que decidas dormir la siesta conmigo, aunque la cama sea de una plaza, o cuando te sentás en el baño colapsada, abras los brazos para que yo vaya y sin decirte nada, sonrías, dice otra cosa. Ni mencionar aquella vez que me sentía muy mal y no dudaste ni un segundo en acompañarme a que me revisaran, con un susto en tu mirada, que hasta el día de hoy me cuido en lo que como con tal de que no se repita.

De hecho, pensándolo bien, estás. Inclusive, más de lo que creía, pero estaba tan enfocado en estar para vos y cuidarte tanto que me olvidé de valorar tus pequeños actos de amor. Me enfoqué en mi patética ansiedad que me llevaba a dar vueltas en mi cabeza cuando sentías otras cosas fuera de nuestro entorno.

No quería ni pensar en que sintieras algo por alguien más, ni, mucho menos, que alguien te hiciera mal. Hasta que un día, dejando el teléfono sobre la mesa y con lágrimas en los ojos, me llamaste para que me ponga a tu lado y soltaste: "yo lo amo".

El temor se materializó y mis días ahora perdieron más color y me arrepiento de solo haberme ido asustado por temor a la soledad. Por eso te escribo esta carta.

Gracias por lo vivido, me descubrí mucho en este poco tiempo y entendí que si existe el amor a primera vista, pero admito que también me gusta no buscarle un concepto; si puedo decirte que, de repente, todo se volvió más gris, porque no vi un lindo futuro para mí. Pero por fin te vi. Vi a la persona que está adentro y pedía salir, y me puse tan feliz por eso que hasta sin tener un concepto definido, te amé más.

Entonces como todo perro fiel, me despido pero ESTOY, por si algún día necesitás decir “menos mal que estás”.

Firma:

Tu perro, Mantequilla de Maní.


1 comentario


Emociona....!!!!

Me gusta
bottom of page