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MIGUEL SOLA: DIBUJAR EN TIERRA DE CIEGOS

Actualizado: 14 sept

Miguel Sola, artista callejero de San Rafael, comparte su historia y su mirada sobre el oficio. Desde sus inicios a los ocho años hasta sus viajes por América, habla de la lucha diaria de quienes viven del arte, la indiferencia cultural y la necesidad de apoyar a los creadores locales.

Escribe: Giuliana Ledesma Arte: Abril Paquez

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En San Rafael, entre puestos de artesanías, mates y miradas que se desvían rápido para evitar contacto, hay un hombre que lleva el arte en las manos desde que tenía ocho años. Miguel Asole con sus seis décadas dedicadas al dibujo no necesita un boceto para retratarte. No borra. Empieza siempre por los ojos, como si quisiera captar tu alma antes que cualquier otra cosa. 

Su lugar de batalla es Plaza Francia, donde cada sábado expone alrededor de veinte pinturas. La variedad va desde paisajes y caballos hasta autos clásicos, retratos y figuras del cine de la época dorada. Allí recibe a quienes se acercan a ver su obra y también a quienes pasan de largo sin detenerse.

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“Aunque te parezca mentira, desde los ocho años dibujo. Me gusta dibujar rostros, paisajes, autos… mi casa está llena de caballos y tengo como cuarenta cuadros de autos clásicos. Si alguien quiere verme, todos los sábados estoy en Plaza Francia, con unos veinte cuadros expuestos.”

Miguel llegó a San Rafael a los cuatro meses de vida, pero nunca fue un hombre de un solo lugar. Sus manos viajaron tanto como él: vivió en Buenos Aires, México y Estados Unidos. En Buenos Aires pasó una década, en los ’80 y ’90, perfeccionando el oficio y viviendo del arte. En México vivió nueve años, maravillado por su gente: “Te invitan a su casa sin conocerte. Se dan cuenta cómo es uno con sólo mirarte”. En Estados Unidos se asentó solo seis meses, donde afirma que se dedicó de lleno a retratar personas.

Ese recorrido le dio perspectiva para comparar. Y si hay algo que le duele reconocer es la falta de conexión entre el público sanrafaelino y el arte local.

“La gente acá es muy indiferente. Como que nacen así. El arte no es como en Francia o Italia, donde lo valoran más que el fútbol. Acá es al revés: nadie quiere mirarse a nadie. Es muy aburrido vivir en San Rafael para el arte… el que se para a mirar, es el tres por ciento.”

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Ese “tres por ciento” funciona como medida exacta del pulso cultural local; una minoría que se detiene, conversa, se deja sorprender. El resto, sigue de largo. Es lo que Miguel llama, personas de corazón adinerado: gente que podría invertir tiempo o recursos en apoyar la cultura, pero no lo hace porque no lo siente prioritario.

A esa indiferencia se le suma una estructura oficial prácticamente ausente. En San Rafael (como en gran parte de Mendoza) los artistas callejeros trabajan sin políticas públicas que los respalden: no hay programas estables de fomento al arte en espacios abiertos, no se garantizan condiciones mínimas de exhibición ni se generan circuitos culturales sostenidos en el tiempo. La calle es, por necesidad, su taller, su galería y su escenario; pero también es un territorio hostil, sin reglas que reconozcan al artista local como trabajador cultural.

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“La calle no es sólo un lugar para exponer, es un lugar de trabajo. Y cuesta mucho.”

Más allá de lo económico, Miguel insiste en que el arte no es un lujo. Es una necesidad cultural, una forma de identidad. En un país donde el fútbol concentra la pasión colectiva, el arte (y más aún el que se produce en la calle) ocupa un lugar secundario, casi decorativo.

Esto último no es casualidad. La falta de espacios gestionados por el Estado, de ferias que no dependan de la autogestión y de políticas culturales sostenidas, genera un círculo vicioso: menos visibilidad para los artistas, menos interés del público, más precarización del oficio. 

Pero apoyar a los artistas locales no es sólo comprarles una obra. Es reconocer que forman parte de la vida social, que su trabajo enriquece el espacio común, que su presencia en plazas y ferias es también un acto de comunidad.

“El arte te distrae, te saca del aburrimiento. Pero hay que ir a buscarlo, apoyarlo, aprovechar cuando hay exposiciones. Si no, los lugares se apagan.”

Cuando alguien compra una obra en la plaza, no sólo se lleva un cuadro. Se lleva un pedazo de historia, de oficio, de resistencia. Se lleva horas de trabajo, años de aprendizaje, viajes, influencias y una parte del alma de quien lo hizo.

Para Miguel Asole, mientras exista ese tres por ciento que se detiene, habrá motivos para volver a Plaza Francia el próximo sábado, y el siguiente, y el que venga después. Siempre empezando por los ojos.

Hacer cultura desde abajo cuesta.


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Giuliana Ledesma
Giuliana Ledesma

Artista, estudiante del Profesorado de Artes Visuales y militante popular.

Abril Paquez
Abril Paquez

El arte ha sido mi principal herramienta de expresión desde que tengo memoria. La pintura, el dibujo, y ahora la fotografía, están conmigo incluso cuando no los estoy poniendo en práctica.


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