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SINNERS Y EL ELOGIO AL CUERPO QUE GOZA

Mariana Enriquez dice que “El vampiro es el monstruo-metáfora que siempre es relevante y que, incluso, va adaptándose a los tiempos” Los vampiros en Sinners, nos traen el problema del cuerpo y el poder en el capitalismo contemporáneo. 


Escribe: Tobías Corvalán

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Mariana Enriquez, en un artículo titulado No mueras para la revista Zenda, donde piensa y defiende al nuevo Nosferatu, nos dice que “El vampiro es el monstruo-metáfora que siempre es relevante y que, incluso, va adaptándose a los tiempos”. Sinners o “Pecadores” en español, es una película que combina elementos del cine de gangster, de los musicales, de la biopic y del horror, pero, más allá de ese mejunje, entre otras cosas, es una peli de vampiros. 

Entonces… ¿De qué viene a hablarnos? En la misma línea que plantea la escritora, Sinners, al igual que el último Nosferatu, nos viene a hablar de la muerte. Pero a diferencia de la película de Robert Eggers, que representa las ambiciones de inmortalidad de una clase dominante cada vez más desconectada de quienes sufren las pestes que deja un mundo en destrucción, pone el ojo en los dominados. Sinners, nos viene a traer el problema del cuerpo y el poder en el capitalismo contemporáneo. 

En la película, la amenaza de los vampiros se posa sobre un bar con un doble componente de subalternidad: étnico y de clase. Un dato no menor es que la comunidad afro conforma el grueso de la clase trabajadora en el sur de los EEUU para la década del ´20. Los vampiros constituyen una amenaza para la integridad física de los protagonistas, sin embargo, gran parte de la disputa se da en otro campo: en el de la persuasión. El vampiro no entra si no es invitado y para ello se vale de distintos mecanismos persuasivos. Esto que podría parecer un detalle menor, resulta llamativo si ponemos como eje al poder. 

Por ejemplo, la historia del mundo moderno nos muestra que el poder se ha encargado no tanto de convencer a los dominados sino de “educarlos” a fuerza de garrote, hogueras y picanas. Es sabido que, como dijo Marx, el capitalismo llegó chorreando sangre y lodo; creó trabajadores dóciles mediante la destrucción de la propiedad comunal, la caza de “brujas”, y mediante la colonización y la esclavitud. Nuestra historia contemporánea también ha demostrado que la burguesía no ha dudado en mostrar las mismas garras de la acumulación originaria para disciplinar a la clase obrera. Sin embargo, como indicó Waldo Ansaldi, en una entrevista para eljoaquíntv, la capacidad de la burguesía para generar hegemonía sobre las clases subalternas, actualmente, es formidable. A partir de los ´90, el capitalismo ha sido capaz de vender modos y modelos de vida, de cuerpos ideales, que, simultáneamente, los subalternos compran. En términos de poder, pareciera que hoy pasa más por el internet que por la picana. 

Y el capitalismo no es inocente; actúa con un objetivo claro: maximizar ganancias. No es casual que nuestros cuerpos hayan sido tratados como máquinas (Federici, 2023). Productividad y eficiencia, los mismos criterios con los que se evalúan los artefactos de la industria se aplican sobre las personas. “Hoy tuve un día productivo”, decimos con orgullo; “tengo que recuperar energías”, decimos en lamento. En tiempos que da culpa tener “paja”, evaluamos las amistades y los amores en función de pérdida y ganancia.

Los cuerpos mecanizados son cuerpos funcionales, cuerpos que reciben órdenes, que piensan, sienten y actúan en términos de competencia y rendimiento. Y esto no es nuevo, ha sido así desde sus inicios: la máquina ha servido de modelo para nuestros cuerpos.

“En nuestra época el modelo del cuerpo son la computadora y el código genético, que componen un cuerpo desmaterializado y desagregado, imaginado como un conglomerado de células y genes , cada uno de ellos con su propio programa, indiferente de los demás y al bien de su cuerpo en su conjunto” (Federici; pág.135)

Y en este sentido la película toma mucho más fuerza porque apela al sueño más preciado del capital (que hoy anda fantaseando con transbordadores, colonias espaciales, hombres cyborgs e inteligencia artificial), porque los vampiros comparten el mismo objetivo: la muerte del cuerpo.  

Para Silvia Federici (2022) El cuerpo tiene un componente histórico, una “(...) estructura acumulada de necesidades y deseos, que durante miles de años ha sido la precondición de nuestra reproducción social”, a su vez, “ha establecido un límite poderoso a la explotación del trabajo, y por esa razón, el capitalismo desde que empezó a desarrollarse, se ha esforzado por domesticar nuestro cuerpo, convirtiéndolo en un significante de lo material, corpóreo. finito y opuesto a la razón.” (pág 90).  Es decir, si bien el capitalismo ha podido crear individuos maleables, que atentan contra la naturaleza, contra sí y contra sus pares, lo cierto es que las personas aún tienen necesidades radicalmente opuestas a los requerimientos de la producción capitalista. La conquista de derechos puede entenderse en esa clave.

La muerte del cuerpo, que es encaminada, también, por los senderos del consenso, busca presentarse más como un suicidio que un asesinato. La muerte del cuerpo es vendida. Mientras los vampiros acechan el bar, para quienes resisten, la conversión al mundo de las sombras es una alternativa, que, por cierto, no es fácil de descartar. Y aquí está lo interesante: en Sinners, los vampiros matan, pero también venden ilusiones. 

Hoy, en las redes sociales, los vendedores de ilusiones navegan por los algoritmos. Muestran sus vidas de lujo, sus lamborghinis, sus relojes, sus departamentos en Miami y exponen en Podcasts, de dudosa procedencia, que tienen la clave para lograr ser millonario. La meritocracia neoliberal renace en una nueva versión 3.0, en la cual, no solo se da por hecho de que el “éxito” depende solo de uno, y que el mérito trae indudablemente recompensa; sino que, ahora, el mérito no es sinónimo de esfuerzo.

Matias Cardozo, también conocido como el “Colorado Ponzi”, así como otros vendedores de ilusiones, estafan a cientos de personas que compran cursos con la ilusión de ser millonarios. Los relatos que reproducen, construidos sobre el mito del “origen humilde” que muestran al tipo común que pasó de vivir en el barrio a mudarse a Miami, sostienen que los logros se deben al haber podido cambiar de “estilo de vida”. Son relatos que ignoran los condicionamientos sociales en el camino a una vida llena de lujos, pero no ignoran los condimentos étnicos, de clase y etarios de sus víctimas, muestran que aquellas vidas que mostraban los famosos en televisión son posibles para la gente común, como vos y como yo.

Los vampiros funcionan cuál estafa piramidal, de la misma manera que el “Colorado Ponzi” y sus amigos. El estafador/vampiro incorpora a los que tiene a su alcance y esos, después, incorporan a otros. En un mundo donde las utopías están rotas, donde a los pobres se les ha quitado tanto que planificar parece casi un privilegio de clase, venderle el alma al diablo no es una opción tan descabellada.

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En Sinners sucede algo similar, no es el conde aislado en su castillo quien acecha, sino que primero es un forastero, pero después es un vecino, un hermano y un novio/a. 

Las estafas piramidales se sostienen en la fe. No estás engañando al otro: le estás mostrando un camino. Hay una escena que resulta ilustrativa: un vampiro, recién convertido, le dice a su hermano “Nunca seríamos libres, buscábamos la libertad por todos lados. Sabes muy bien que nunca la encontrarás. Hasta ahora. Este es el camino.” y ante el rechazo remata “No tiene visión del futuro”.

El elogio al cuerpo que goza

El capitalismo en sus objetivos por transformar el cuerpo humano en una máquina ha luchado por superar esos límites que le impone las necesidades y deseos: “la necesidad de sol, de cielo azul, del verde de los árboles, de olor a bosque y océano, la necesidad de tocar, oler, dormir y hacer el amor” (Federicci, 2023, pág. 133). Pensemos cuánto le molesta a los intereses del capital el ocio de los trabajadores. Hace no mucho el vicepresidente de la Unión Industrial Argentina decía, en relación a la reducción de la jornada laboral: "Yo limito la jornada para que trabajen menos, y ¿para qué? ¿O sea, está mal trabajar? ¿Estamos en contra del trabajo? ¿para qué? ¿para ir afuera a hacer qué?”

Las exigencias del capitalismo actual se nutren de los vendedores de ilusiones. Desde de individuos, aislados, trabajando desde casa en una PC, o pedaleando 24/7 arriba de una bicicleta, hasta aquellos sueños húmedos de millonarios como Elon Musk de tener colonias espaciales en Marte, el capital anhela la llegada de un ángel asexuado, purificado de la fuerza de gravedad que ejercen los deseos y tentaciones humanas; así por fin el rechazo al trabajo pueda desaparecer. ¿Qué individuo podría soportar estar en profundo aislamiento, sin sentir olor a café de la mañana, tocar, besar y escuchar el canto de los pájaros? Recuerdo la última película de Alien, el conflicto inicia cuando la protagonista decide ir a otro planeta con la ilusión de poder ver el sol ¿Qué trabajador estaría dispuesto a estar en profundo aislamiento? ¿Qué individuo no reniega de tener que trabajar en navidad?

Los vendedores de ilusiones no prometen que el éxito llegue mágicamente cuando la transferencia se deposite en sus billeteras virtuales, sino que depende exclusivamente del cliente: la vida de millonario depende de que puedan despojarse de todas aquellas pasiones y deseos humanos, desde tomar vino en un asado, hasta salir a bailar un fin de semana. El 31 de diciembre de 2024 a las 23h, Matias Cardozo subía un video acostado, a punto de dormir, en el que planteaba que sus vecinos, quienes brindaban por el fin de año, estaban “celebrando cosas que no tienen que celebrar” porque de esa manera el nuevo año “lo empiezan perdiendo”. 

En Sinners el cuerpo ocupa un lugar central. Los vampiros lo desean, primero con persuasión, luego con coerción. El conflicto principal de la película es colectivo: poder y resistencia. Pero también es personal: el de Sammy Moore, joven músico que sueña con vivir del blues, aunque su padre (el pastor del pueblo) desprecia esa música. Para él, el blues es música de borrachos y mujeriegos. Para el Pastor, no hay nada más importante que estar en la casa de Dios. Tanto la iglesia conservadora, y los vampiros seductores dirigen sus fuerzas hacia un mismo blanco: el cuerpo y sus pasiones. 

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Hay una cuestión que he pasado por alto, y es el rol del Ku Klux Klan, el cual podríamos decir que constituye un tercer conflicto en la película. El supremacismo que representa este grupo aparece en espíritu, pero no en sus formas; es una amenaza que queda opacada por los vampiros. En este sentido, son los vampiros, los que representan bien las nuevas expresiones del poder de una clase dominante que se muestra seductora ante los dominados; que dice distinguirse de las viejas derechas, que esquiva los viejos rótulos, pero que en el fondo se nutren del mismo odio. El poder del capital pone la zanahoria delante de nuestras narices, pero no se olvida del garrote.  

En la actualidad las fuerzas conservadoras y el reformismo económico de las derechas exigen trabajadores aislados, pasivos y autocontrolados. Pero el cuerpo, como venimos desarrollando, también es un receptáculo de resistencias. En este sentido, para Federici la lucha tiene que empezar por re apropiarnos de nuestro cuerpo y para ello es clave la reivindicación del goce, como una pasión activa. Gozar es sentir la fuerza, ver como crecen las capacidades, es un sentimiento que surge de un proceso de transformación. Así pues, podemos sentir que tenemos el poder de cambiar y que estamos cambiando junto a otras personas.

En Sinners, el goce está en la música, en el blues, fundamentalmente. Un personaje expresa “No nos impusieron el blues como esa religión. No, hijo, lo trajimos de casa. Lo que hacemos es mágico. Es sagrado e importante”. Mientras la música es la que puede “atravesar el velo entre la vida y la muerte y conjurar espíritus del pasado y el presente”, los vampiros son los demonios del peor tipo, “no pueden reunirse con sus antepasados”, están “obligados a vivir aquí rodeados de odio”. Mientras los vampiros se ven incapaces de  sentir  “el calor del amanecer.” los pobres bailan hasta que salga el sol. La música expresa el componente histórico de los cuerpos, recorre las mutaciones que sufre y su capacidad de resistencia que también es histórica; la música conecta el presente con el pasado y proyecta hacia el futuro. 

En el sur de los EEUU, el bar es la resistencia del goce, afuera vampiros que venden ilusiones y sectas que reniegan de las pasiones. 


Referencias


Bibliografía

  • Federici, S (2022) Ir más allá de la piel. Repensar y reivindicar el cuerpo en el capitalismo contemporaneo. Tinta Limón. Buenos Aires

  • Federici, S (2015) Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Tinta Limón. Chile

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Tobías Corvalán
Tobías Corvalán

Profesor en Historia y Formación Ética y militante popular. La lectura, el cine, la cocina y el vinito. Y el futbol, claro. Un Riquelmista maradoneano que ama a Messi.


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