CUBA, LA ODISEA DE LA REVOLUCIÓN
- Ramiro Barroso
- 8 ene
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Actualizado: 4 feb
A 66 años de la revolución latinoamericana más importante del siglo XX. Este ensayo analiza los factores que llevaron a la lucha armada contra la dictadura de Fulgencio Batista, e intenta explicar las causas y consecuencias del triunfo revolucionario.
Escribe: Ramiro Barroso y Tobías Corvalán

“La historia de las revoluciones tiene una gran parte subterránea, no sale a la luz pública. Las revoluciones no son movimientos absolutamente puros; están realizadas por hombres y se gestan en medio de luchas intestinas, de ambiciones, de desconocimientos mutuos. Y todo esto cuando se va superando, se convierte en una etapa de la historia, que bien o mal, con razón o sin ella, se va silenciando y desaparece”. Ernesto "Che" Guevara
1956: el desembarco del Granma
El 2 de diciembre de 1956 desembarcan en las playas de Cuba 82 combatientes. Vienen de México, navegando a bordo del yate Granma. La mayoría está de regreso, son exiliados cubanos. Tienen un objetivo claro: reanudar la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista.
Así se presenta en la isla el Movimiento 26 de Julio (en adelante M 26). Entre ellos se destacan: el líder del emprendimiento, Fidel Castro, y su hermano menor, Raúl; Camilo Cienfuegos, y un médico argentino, que en palabras de Ansaldi y Giordano (2019), “no solo se convertiría en una de las principales figuras de la Revolución Cubana, sino también en un símbolo mundial de los combatientes por el imperialismo y por un mundo mejor: Ernesto "Che" Guevara" (pág. 249).

Mapa de Cuba donde se aprecia la zona de desembarco del Granma
La estrategia parecía ser clara: la acción armada para desencadenar una huelga general. No era la primera vez que intentaban combatir contra el régimen de Batista, el movimiento es heredero de una acción insurreccional que se produjo el 26 de julio de 1953 (de ahí el nombre del movimiento). Ese día, 160 jóvenes pertenecientes y/o adherentes al Partido Ortodoxo asaltaron dos cuarteles (ubicados en la provincia de Oriente: el Moncada, de la ciudad de Santiago, y el Cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de la ciudad de Bayamo) con la intención de hacerse de armas y llamar a la insurrección popular mediante una huelga general. El operativo fracasó y entre muertos, heridos y detenidos las bajas superaron la mitad de los atacantes.
Fidel fue preso y por su condición de abogado se hizo cargo de su propia defensa en el juicio. Su alegato final, un manifiesto político antes que una pieza jurídica, será conocido con la frase con la cual fue cerrado: “La historia me absolverá”. Su argumento de autodefensa era
"una punzante condena a todo el sistema socioeconómico cubano en bloque. Castro habla de la gran carga social del paro, de la tragedia en el campo de la vivienda, de la ausencia de una política de salud pública, de la mísera condición de los campesinos y de la omnipotencia de los más grandes terratenientes” (Martin,1982, como se citó en Guerra y Maldonado, 2009, pág. 40).
Ahora bien, el asalto al cuartel Moncada no fue el único, de hecho hubo otros intentos de toma de cuartel para agitar la población y pedir la insurrección y caída del gobierno de turno. En otras palabras, el asalto y la idea de insurrección a partir de la posesión de armas es parte de la cultura política cubana.

Fidel Castro bajo arresto
Luego de cumplir 22 meses en prisión, los rebeldes fueron amnistiados y expatriados por decisión del dictador, quien, frente a una demanda de la Iglesia Católica en favor de la paz social, quiso mostrar su benevolencia y su fortaleza. El exilio los llevó a México, donde se entrenaron militarmente y organizaron la expedición revolucionaria que los colocaría arriba del Granma.
La dirección del M 26 planeó combinar el desembarco de los exiliados con el comienzo de una insurrección y huelga general en Santiago de Cuba, hechos que debían producirse el 30 de noviembre de 1956. Sin embargo, llegaron el 2 de diciembre. La asincronía fue fatal para los insurgentes. La operación en Santiago de Cuba fue desbaratada por las fuerzas represivas de la dictadura batistiana. Como es obvio, no se tenía conocimiento del retraso del yate, por lo tanto, los santiagueros se lanzaron a la acción. Por añadidura, el ejército, que estaba al tanto del operativo marítimo, se lanzó sobre ellos. El grupo de Castro trató de internarse lo más rápidamente posible en las montañas de Sierra Maestra, convertido, como dijera luego el Che, en “un ejército de sombras”. El 5 de diciembre, en Alegría del Pío, la columna del M 26 fue sorprendida, diezmada y dispersada por las fuerzas de la dictadura: entre capturados, muertos y prisioneros, las pérdidas sumaron setenta. Más tarde, los doce sobrevivientes serán llamados “los doce apóstoles”.
Lo curioso de todo esto es que, luego del fracaso y el repliegue, el M 26 empieza a concitar la atención de la opinión pública nacional e internacional. La publicación de la entrevista de un reconocido periodista norteamericano, Herbert L. Matthews (que había logrado entrevistar a Stalin, Churchill, Hitler, Mussolini y Roosevelt), realizada en las intrincadas montañas orientales, fue una efectiva propaganda en favor de ellos, a tal punto que Fidel fue tapa del New York Times.

Rebelde cubano es visitado en su escondite. The New York Times, 24 de febrero de 1957
Entre abril de 1957 y abril de 1958 el M 26 se mantuvo fiel a su estrategia originaria, en virtud de la cual convocó a una huelga general a realizarse el 9 de abril de 1958. No obstante, la convocatoria concluyó en un rotundo fracaso, lo cual demostró que el M 26 no era el partido ni un movimiento de obreros. Entonces, Fidel y la dirección del M 26 decidieron un cambio de estrategia. Los jóvenes combatientes, provenientes de la clase media urbana, “descubrieron” a los campesinos y sus duras condiciones de vida, al tiempo que obtuvieron su apoyo económico, social y militar. En relación a esto último, el número de la guerrilla fue incrementando y se logró formar un contingente militar de cerca de 300 hombres para 1959. ¿Por qué sucede esto?
En primer lugar, porque el dictador Fulgencio Batista estableció una fuerte represión política contra los rebeldes, sectores urbanos y campesinos de Sierra Maestra. Como es obvio, Batista tuvo el apoyo de los hacendados, ya que los campesinos reprimidos, sobre todo eran aquellos denominados como precaristas (quienes no tienen propiedad sobre la tierra, pero la ocupan y trabajan). Esto hizo que el número de insurgentes aumentara. Fueron estos campesinos los que apoyaron el Ejército Rebelde, buscando resistir a los desalojos impulsados por los dueños de la tierra. Todo esto vino acompañado de una campaña que llevó a cabo el dictador: la "liquidación a los rebeldes", la cual, en poco tiempo, devino en un verdadero desastre. Unidades enteras fueron capturadas por los guerrilleros, incluyendo armas, munición y los códigos secretos. El resultado fue exactamente el inverso del buscado por sus promotores: cuanto más aumentaba la represión, tanto más se incrementó el prestigio de Fidel y el apoyo a su lucha.
En segundo lugar, Castro empieza hacia 1958, en la zona de Sierra Maestra, una reforma agraria per se, es decir, entrega la tierra a los precaristas. Esto que, años más tarde, haría la Ley de Reforma agraria de mayo de 1959 y la segunda en octubre de 1963, el Ejército Rebelde lo hace inmediatamente.
Al margen del accionar militar, la otra pata del movimiento revolucionario fue su política de alianzas. En otros términos, las alianzas del M 26 fue uno de los factores del triunfo, y en esto se destaca la habilidad de Fidel Castro. Los apretones de manos fueron varios: con el Directorio Estudiantil Revolucionario y los Partidos Ortodoxo y Auténtico, con sectores del Ejército, con los comunistas, con los sindicatos, con los campesinos. Se trata de una de “esas obras de arte que producen revoluciones y que a su vez son producidas por estas” (Mires, 1988, como se citó en Ansaldi y Giordano, 2019, pág. 254).
1959: ¿verde oliva o rojo comunista?
1958 representó el paso de una guerra de guerrillas a una guerra regular entre dos ejércitos. El fracaso de la huelga de abril, motivada por Fidel, demostró que el M 26 no era el partido ni la conducción de los trabajadores cubanos y aunque contaba con el apoyo de amplios sectores de los obreros, seguía siendo un movimiento ajeno a esta clase (Mires, 1988, pag. 312). Ahora el Ejercito Rebelde debía crear, a partir de la propia insurrección, un lugar para los trabajadores. Es decir, primero se debía ganar la guerra.
De esta forma, el Ejército Rebelde lanzó su ofensiva final. Una columna, encabezada por Cienfuegos, salió de Sierra Maestra rumbo a la provincia de Pinar del Río, en el extremo noroccidental de la isla (colindante con la de La Habana), prácticamente, atravesando todo el país. Otra, al mando del Che Guevara, se dirigió a la provincia de Las Villas, en la región central, donde realizó una fulminante campaña y libró la decisiva batalla de Santa Clara, a la cual atacó, exitosamente, con una columna de escasos 300 hombres y que determinó el triunfo del Ejército Rebelde, ya que se descarriló un tren que llevaba armamento y personal hacia La Habana. Dato no menor es que en el camino esos dos frentes iban engrosando sus filas: desocupados, campesinos, estudiantes, soldados. Se calcula que se logró hacia 1959 tener tres mil hombres en las campañas militares.
Cuando la situación ya estaba decidida, Fidel tuvo una entrevista secreta con el general Eulogio Cantillo Porras, jefe del Estado Mayor Conjunto, con el cual se acordó que este sublevaría la guarnición de Santiago de Cuba el 31 de diciembre de 1958, tras lo cual entrarían en la ciudad las columnas rebeldes. A último momento, el militar quiso dar un golpe y apoderarse del poder, pero Fidel reaccionó rápidamente llamando a la huelga general con la consigna “Revolución, sí; golpe de Estado, no”. El llamamiento culminó, esta vez sí, con éxito.
Fulgencio Batista, que ya había perdido el apoyo económico y militar de Estados Unidos, renunció y huyó del país el 31 de diciembre de 1958. Fidel entró en Santiago de Cuba el 1 de enero de 1959, un regalo de año nuevo que muchos hoy quisieran tener visto en el contexto actual. El 2 comenzó la huelga general, Cienfuegos asumió el mando militar en Columbia y el Che en la fortaleza de La Cabaña. El 3 triunfó la huelga general revolucionaria y el nuevo poder se estableció en todo el país. El 8 Fidel Castro, por fin, entró en La Habana.

Fidel Castro entra a la capital cubana. La Segunda, 2 de enero de 1959
La búsqueda de la apertura democrática llevó al M 26 a fortalecerse militar y políticamente. En 1958, el movimiento que encabezó Fidel, logró consolidarse como conductor de la Revolución, y los demás partidos y organizaciones, quienes coincidían en los fines democrático-liberales, adhirieron. Sin embargo, la radicalización del Gobierno Revolucionario, una vez en el trono, destruirá y creará nuevas alianzas políticas. En otros términos, las políticas de nacionalización y estatización que tuvo lugar entre 1959 y 1961, que le imprimió un contenido nacionalista a la Revolución, llevó a una tensión con Estados Unidos y a la creación de un conflicto interno con las clases burguesas.
En la medida que el nuevo gobierno profundizaba la revolución nacionalista, perjudicando intereses norteamericanos, se la amenazó de comunista sin llegar a serlo. Una lógica externa, propia del contexto de Guerra Fría, donde primaba el maniqueísmo: "si no sos pronorteamericano, entonces sos rojo". Y teniendo en cuenta lo violento y peligroso que podía significar quedar tildado de comunista, la alianza con la Unión Soviética y los comunistas, resultó como un mecanismo pragmático y de supervivencia. Finalmente, Fidel, en 1961, declaró el carácter socialista de la Revolución. Por esto coincidimos con Josep Morray al decir que “No fueron los comunistas, sino la burguesía y los terratenientes quienes obligaron a la revolución verde oliva a manifestarse roja exigiendo que se volviera blanca” (Mires, 1988, pag. 325). No es que Castro y su gente desconocieran el Manifiesto Comunista de Friedrich Engels y Karl Marx, incluso había anticomunistas en el 26 de Julio, sino que fue una necesidad de la misma Revolución para poder sostenerse.

Ernesto Che Guevara y Fidel Castro (1961)
Bibliografía
Ansaldi, W., y Giordano, V. (2019). América Latina. La construcción del orden (Capitulo 6). Ariel. Buenos Aires.
Mires, F. (1988). La Rebelión Permanente. (Capitulo 5). Siglo XXI. Buenos Aires.
Guerra, S., y Maldonado, A. (2009). Historia de la Revolución Cubana. Txalaparta.
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