LITERATURA DE COMBATE EN AMÉRICA LATINA. EL COMPROMISO POLÍTICO DE RODOLFO WALSH DURANTE 1950 Y 1970
- Franco Riquelme
- 25 mar
- 12 Min. de lectura
¿Quién fue Rodolfo Walsh? El rostro político que detrás de esos anteojos apagaba el ‘aire’ muerto de la Historia, que es la indiferencia, la cobardía, y encendió, cada vez que pudo, el fueguito de la rebeldía, de la protesta, a partir de diferentes escrituras que, como si fuesen búsqueda de significado, pretendían llegar al mismo sitio: la denuncia, el testimonio político. Hacer sobrevivir al detenido y/o desaparecido en tiempos de violencias autoritarias y dictatoriales.
Escribe: Franco Riquelme
Arte: Gabriel Ferreyra

Brevísima introducción
En la introducción del libro “Entre la pluma y el fusil…” (2003) de Claudia Gilman hay un objeto de estudio concreto que es la década de 1960 en América Latina. Es un contexto de transformaciones y/o conservaciones políticas, económicas, sociales. En el buen castellano, Nuestra América en ese periodo histórico cuestionó el orden capitalista y se propusieron diferentes alternativas revolucionarias, entre ellas, un hito que marcó un antes y después en América y el sistema mundial que fue la Revolución Cubana de 1959.
En esa situación histórica de revoluciones, democracias y autoritarismos latinoamericanos es que Gilman propone analizar el papel de los escritores a partir de una categoría analítica que es el del intelectual con el objetivo de reflexionar cómo se propusieron construir una cultura popular y revolucionaria (2003:14-15). Asimismo, aquí descuellan los análisis de Beatriz Sarlo (1985), José Aricó (1988) y Oscar Terán (1991) respecto a cómo se articuló la política y la cultura en 1960, cuestión interesantísima esta combinación pues el poder del intelectual es producir representaciones del mundo (Gilman, 2003:16). De esta manera, el papel del intelectual, del escritor, es una veta formidable para comprender cómo puede estimular las condiciones objetivas y subjetivas para una transformación societal en una coyuntura histórica determinada. Para ser más claro, el compromiso político de un intelectual está en que su escritura sea un campo de luchas por una vida digna, más justa.
Ahora bien, respecto a la literatura latinoamericana me interesa, particularmente, la escritura de Rodolfo Walsh que considero que desde lo periodístico hasta lo artístico es una referencia de la reestructuración narrativa de nuestro territorio a mediados del siglo pasado (1950-1970). En este sentido la escritura de Walsh tiene un radio de difusión a partir de sus libros, pero también a través de revistas que fue un “soporte imprescindible para la constitución del escritor en intelectual, puesto que supuso la difusión de su palabra en una dimensión pública más amplia.” (Gilman, 2003:22). Es más, durante fines de 1950 hasta 1970 la realidad latinoamericana parecía compartir la idea por una revolución socialista con rostro humano y por ello:
“el patrimonio común surgía como producto de una acumulación colectiva que provenía de los rincones más apartados del continente. Esta ampliación de lo nuestro no implicó, sin embargo, una denegación palmaria de los componentes nacionalistas, sino que procuró superarlos en el plano cultural. (Gilman, 2003:27, itálicas de la autora).
Entonces, en esta brevísima introducción de mi parte quiero sostener que la figura de Rodolfo Walsh como escritor político progresista, marxista y peronista será a partir de una coyuntura histórica que tiene como marca identitaria del siglo XX latinoamericana, nada más ni menos que la revolución cubana. A partir de allí, hay un paroxismo de la politización cultural y el interés por las cuestiones públicas que, si bien en Walsh están presentes desde 1940, mi interés será únicamente en un período más acotado y convulsionado en la totalidad latinoamericana, entre los años 1950 y 1970.
¿Quién fue Rodolfo Walsh? Como todo humano tuvo varias facetas a lo intenso y corto de su vida (1927-1977), llena de transformaciones y contradicciones. Aquí y ahora, me interesa desarrollar, como en los siguientes apartados, el rostro político que detrás de esos anteojos apagaba el ‘aire’ muerto de la Historia que es la indiferencia, la cobardía y encendió cada vez que pudo el fueguito de la rebeldía de la protesta a partir de diferentes escrituras que como si fuesen búsqueda de significado pretendían llegar al mismo sitio: la denuncia, el testimonio político, hacer sobrevivir al detenido y/o desaparecido en tiempos de violencias autoritarias y dictatoriales.
El laboratorio latinoamericano: 1959. Nueva Historia, marxismo y cultura
Con el objetivo de problematizar el periodo de media duración (1950-1970) es dable preguntarse cómo interpretar ese pasado desde nuestro presente respecto a ¿Qué es una obra? ¿Qué es un escritor/a? ¿Qué relación hay entre la política y la cultura? En una situación histórica cargada de potencial de transformación societal realizada por hombres y mujeres son interrogantes significativos porque la cuestión consiste en proponer las condiciones socio-históricas que produjeron revistas, libros y difusión de nuevas teorías (o interpretaciones) para comprender y explicar Nuestra América. Por este motivo de potencial histórico (acumulación de hechos y eventos sociales) hacen que este periodo no sea “de cortísima duración” como supone de manera equívoca Claudia Gilman (2003:36-37) cuando son años de revoluciones políticas, sociales, descolonización de regiones, nuevos movimientos sociales en todo el mundo, cuestiones epocales pero que deben tener en cuenta no solamente los acontecimientos sino la capacidad de insertarlos en los procesos históricos de cambios sociales como bien sabía analizar Rodolfo Walsh.
Ahora bien, hay una proposición marxista a tener presente “el ser social determina la conciencia” (Williams, 1980:93) lo cual también puede aplicarse a un condicionamiento de la cultura en cierto tiempo y espacio histórico. Me animo a decir condición y no determinación pues hombres y mujeres son los sujetos de la Historia y están condiciones por las diversas materias de la sociedad, es decir, las formaciones sociales y política. En cuanto a la cultura, Marx lo analizó como la ‘superestructura’ (aparato político, jurídico e ideológico) donde se construyen representaciones del mundo que legitiman el modo de producción económica y las relaciones sociales de producción que son situadas por el marxismo, en general, dentro de la ‘estructura’. En síntesis, hay una relación dialéctica entre superestructura y estructura que no está exenta de contradicciones, tensiones, conflictos por la preservación del mismo statu quo, o, la transformación parcial y/o total del mismo. Esto último es un estímulo de reflexión para preguntarse ¿cuál es el papel, el peso histórico, que tiene la escritura para conservar o transformar la realidad social?
En el campo de las ciencias sociales latinoamericanas hay todo un debate acerca de la producción cultural del artista y el intelectual, bien lo explicita Raymond Williams cuando describe las diferentes teorías marxistas acerca de si la escritura de los mencionados sujetos es solo un reflejo, un espejo, que permite observar y comprender la realidad social. La otra perspectiva ha sido la de mediación entre la estructura y superestructura para comprender y transformar la realidad social. Es decir, “la mediación es un proceso positivo dentro de la realidad social antes que un proceso agregado a ella por medio de la proyección, el encubrimiento o la interpretación.” (Williams, 1980:119). Considero que, en ambos casos, sea el concepto que se prefiera por cuestiones teóricas-metodológicas lo que debe tenerse presente es la traductibilidad del concepto, de las categorías analíticas para estudiar una sociedad concreta y no satisfacer por mero gusto, placer, un utillaje teórico porque se corre el gravísimo riesgo de ‘chocarse de narices contra la realidad’.
Permítanme una breve digresión que viene al caso. Considero que el título de este apartado -en lo que refiere al laboratorio latinoamericano- puede detallarse mejor cuando se observa que el siglo XX latinoamericano tiene una propia marca identitaria en el desarrollo de la Historia que van desde la producción de revistas como “Amauta”(1926) y “Pasado y Presente” (1963) con una gran proliferación de ensayos -tipo de texto que descuella en Nuestra América-, la reformulación del marxismo a partir de la revolución cubana de 1959, el género literario de no-ficción, los movimientos sociales de obreros, campesinos e indígenas, entre otros, donde hay ‘río de literatura’ que han tratado de diversas maneras estas cuestiones y solo quiero hacer mención a algunas de ellas como las obra de Los ríos profundos de José María Arguedas donde explica como pocos libros, inclusive de la academia, la dominación indígena en las haciendas y las formas de resistencia que estos han desarrollado. En América Central, la explotación en las plantaciones (monocultivos) generó novelas como Viento fuerte (1950) de Miguel Ángel Asturias, Flor de Banano (1964) del escritor hondureño Joaquín Beleño. En una apretada e injusta síntesis considero que hay dos obras que recuperan el sentido de totalidad latinoamericana. Ambas obras, hoy clásicas, Las venas abiertas de América Latina (1971) de Eduardo Galeano y Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez.
Retomo. La importancia de la producción cultural por artistas e intelectuales en el período 1950-1970 fue importante por el papel que cumplen las ideas para promover el cambio social, estimular la reflexión y creatividad para las resistencias sociales, el desarrollo de diferentes tipos de revoluciones y, mal que nos pese, dictaduras burguesas-militares. El tiempo histórico mencionado estuvo signado por múltiples violencias a partir de una serie de proyectos que proponían conservar (extender y profundizar) el sistema capitalista y, por otro lado, revoluciones socialistas. Entonces, ¿cómo no iba ser importante saber articular cualquier teoría (conceptos y categorías) para analizar la realidad social? Bien lo supo explicar el italiano Antonio Gramsci (y aquí en la Argentina, el escritor y militante político revolucionario Rodolfo Walsh) que dentro de las coyunturas históricas hay que saber encontrar la relación justa entre lo orgánico y lo casual. No saber esto es un peligro porque pueden darse equivocadas explicaciones, “si ese error es grave en la historiografía, lo es aún más en el arte de la política” (Gramsci, 2023: 68).
Así, me interesa la vida y obra de Rodolfo Walsh donde se articula el sujeto teórico, creativo con la acción en el mundo. Este autor:
optó por una militancia revolucionaria comprometida con la lucha armada, sin por ello abandonar la actividad artística, aun cuando estuviera atravesada por tensiones. (…) Se trata de una escritura nacida en ese instante de peligro que supone todo momento de radicalización de la lucha de clases (Graselli y Salomone, 2011:146).
Las condiciones sociohistóricas de la época 1950-1970 de revolución socialista y ampliación de los derechos fundamentales del hombre y la mujer es cuestión que analizan las Ciencias Sociales en su conjunto, es decir, la sociedad. A nivel social e individual una serie de procesos históricas dejan marcas, registros, huellas, en este caso, de diversas escrituras donde conviven conflictivamente y armoniosamente en Walsh el artista, periodista e intelectual. Solo por mencionar algunas obras de Walsh donde está la politización del arte, Operación Masacre (1957-1958), Los oficios terrestres (1965) y ¿Quién mató a Rosendo? (1969).
Es más, podría decirse que el “Laboratorio latinoamericano del siglo XX” en lo que respecta a la producción cultural, traductibilidad de teorías y formas de resistencias están presentes en la vida de Rodolfo Walsh quien realiza un viaje a Cuba para fundar “la Agencia de noticias Prensa Latina (1959), su participación en la CGT [Confederación General del Trabajo] de los Argentinos (1968), su ingreso a la organización Montoneros (1973)” (Graselli y Salomone, 2011:147). Cuestiones que operan como una serie de registros históricos entre 1950 y 1970. Mejor dicho, el registro de la escritura es una forma de (re) construir el presente y pasado, la cuestión de la memoria como bien analizan Fabiana Graselli y Mariano Salomone (2011:148) al tener en cuenta un fragmento de Carta a Vicky (1976) cuando Walsh escribe para su hija, recientemente asesinada por las fuerzas militares argentinas, “no podré despedirme de vos, vos sabés por qué. Nosotros morimos perseguidos, en la oscuridad. El verdadero cementerio es la memoria. Ahí te guardo, te acuno, te celebro y quizá te envidio, querida mía” (2007: 266).
La estrecha relación entre la Historia y las formas de escritura (De Grandis, 1994:187) tiene su originalidad con Walsh al escribir desde la crónica con el propósito de construir una “visualización de la violencia política de la que son producto: así, una reconstrucción histórica que tiene en cuenta no sólo lo que efectivamente sucedió, sino también aquellos pasados (deseos, expectativas y prácticas) que quedaron truncados” (Graselli y Salomone, 2011:149). De este modo, coincidiendo con Graselli y Salomone (2011) la Historia es un cúmulo de posibilidades, opciones y oportunidades y no fatalismo determinante.
Combates por la Historia: el compromiso político de Rodolfo Walsh
En un célebre libro de historia sociológica titulado “Combates por la Historia” el intelectual francés Lucien Febvre (1953) sintetizó como el discurso histórico, la narración, es un campo de batalla por la hegemonía, es decir, por la capacidad estratégica dirigir y/o dominar por parte de un grupo social (en nuestro caso, clase social) todas las materias de la sociedad: política, económica, social y cultural (Gramsci, 2023:71-74). Como mencioné antes, la disputa por la Historia no es solo una cuestión historiográfica sino de discusión política, pues de lo que se trata, es cómo recordar el pasado, entender el presente y proyectar horizontes políticos hacia el futuro. Desde esta perspectiva es posible comprender el posicionamiento del escritor Rodolfo Walsh al reconstruir la historia de los vencidos, de los silenciados, de aquello que le interesó cuando supo a mediados del siglo XX que había un fusilado que vive. De este modo, Walsh “rescata la trayectoria de los muertos por las causas populares, reconstruye las luchas en las que participaron (…) iluminando los fragmentos del pasado oscurecidos por la historia oficial” (Graselli y Salomone, 2011:153).
Ahora bien, en el momento en que Walsh se interesó por aquel fusilado sobreviviente tuvo la capacidad de desarrollar una nueva forma discursiva, el género literario de no-ficción, que inició con Operación Masacre (1957-1958) donde el autor “construye el acontecimiento como crónica del presente, al relatar casi simultáneamente, a muy poco tiempo de ocurrido, el levantamiento de los generales peronistas Valle y Tanco el 9 de junio de 1956.” (De Grandis, 1994:191). Se trata de la escritura del acontecimiento, el tiempo-ahora porque toda historia es contemporánea, presente. La historia tiene diferentes campos de batalla y Walsh fue heterodoxo en ello, pero quiero detenerme, por cuestiones de espacio, a su escritura donde tempranamente aprendió que:
la divulgación de una noticia es el mejor modo de proteger al denunciante, la tenacidad frente a las barreras que se oponen para impedir la publicación de cualquier tipo de información que afecte seriamente a los mecanismos del poder dominante, y por último, y más importante, la elección del lugar desde donde se investiga y se denuncia: el lugar de las víctimas (Ferro, 2000:145).
Por ello, Operación Masacre es un texto literario de no-ficción que nos acerca a la historia del siglo pasado, del tiempo de múltiples violencias que comienzan a desarrollarse en 1950 y encuentran su paroxismo en 1970 entre peronistas y antiperonistas, en las luchas por la memoria y el olvido, la batalla cultural por la identidad nacional argentina. Quizá por estos motivos y otros “Operación Masacre ha sido excluida [al menos durante un largo tiempo] de los llamados estudios literarios por (…) razones de orden ideológico más que de especificidad literaria.” (De Grandis, 1994:201).
Por otra parte, me interesa desarrollar el compromiso político del escritor Walsh en su tiempo. El sentido de la ética, justicia social. Tan así que, en la primera edición de Operación Masacre, Walsh explicó que “escribí este libro para que fuera publicado, para que actuara. Quienquiera me ayude a difundirlo es para mí un aliado.” (Ferro, 2000:149). La Historia se conecta con la literatura a partir de que la primera recopilas los datos y la segunda los representa como puede observarse en la escritura de Walsh durante un lapso de veinte años (1950-1970) donde las condiciones sociohistóricas hicieron posible que pasara de “ser el aficionado al ajedrez y a los cuentos fantásticos, desinteresado de Valle, Perón y las revoluciones de cualquier tipo, a ser un encumbrado oficial montonero en los años setenta.” (Prieto, 2006:342). Lo cierto aquí es que Rodolfo Walsh es de la generación del ‘Che’ Guevara y ante ello termina tomando una elección: la búsqueda de transformar la realidad social. Comprometer la literatura con la política y ser heterodoxo en la escritura como una forma de estrategia revolucionaria, periodística e intelectual (Amar Sánchez, 1992:19). Mejor dicho:
la adopción de formas no canonizadas implica ya una toma de posición frente a la literatura como institución: hay en el género no-ficcional una elección y un trabajo sobre el material que pueden considerarse como una declaración política y estética acerca de la literatura, de su función y de los elementos que la constituyen. (Amar Sánchez, 1992:30).
Con todo, Rodolfo Walsh fue un escritor en tiempos de violencias que, en determinado momento de su vida, muy tempranamente, decidió tomar partido en la escritura de la historia por los proletariados, los marginados, silenciados y fusilados. Sus obras literarias, narraciones producidas en una máquina de escribir sonaron menos fuertes que las metrallas de las dictaduras burguesas-militares, pero a diferencias de ellas, cada palabra, consigna, aún suena en sus libros y en la práctica periodística, militante y ciudadana que no puede descuidarse: las calles.
Conclusión
En un periodo de media duración que va desde la década de 1950 a 1970 he tratado de exponer la politización del arte a partir de la escritura de Rodolfo Walsh, lo cual está en plena consonancia, por supuesto, con la realidad social argentina: tiempos de violencias donde la gubernamentalidad es un péndulo entre la democracia y el autoritarismo, detenciones y fusilamientos a hombres y mujeres proletarias por razones ideológicas, a veces, sin siquiera un por qué. La práctica discursiva de Walsh en estos años es progresiva en términos de un desarrollo periodístico e intelectual que va comprometiéndose con causas revolucionarias por un mundo mejor, más igualitario en términos económicos-sociales.
La escritura de Rodolfo Walsh es ‘pasarle a la historia el cepillo a contrapelo’ (al decir de Walter Benjamin) donde se está combatiendo por la hegemonía de la cultura. Walsh en cada palabra les pone voz a los militantes políticos, al proletariado, al detenido y sobreviviente fusilado. Hay un sentido por recuperar la historia de los excluidos, reconstruir lo que se quiso ocultar, desaparecer. Puedo decir, aquí y ahora, que toda su producción literaria y periodística en el periodo mencionado está motivado por la denuncia como estrategia política de hacer vivir y sobrevivir a hombres, mujeres y niños de la represión y del olvido.
Referencia bibliográfica
Amar Sánchez, Ana María (1992): El relato de los hechos. Rodolfo Walsh: testimonio y escritura. Rosario, Beatriz Viterbo.
De Grandis, Rita (1994): La escritura del acontecimiento: implicaciones discursivas. Publicado en: Nuevo texto crítico, Año VI, Número 12/13, Julio 1993-Junio 1994, Simon Fraser University, pp. 187-204.
Ferro, Roberto (2000): “Operación Masacre”: investigación y escritura. Publicado en (comp. Jorge Lafforgue): Textos de y sobre Rodolfo Walsh. Buenos Aires, Alianza.
Gilman, Claudia (2003): Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI.
Gramsci, Antonio (2023): Cuadernos de la cárcel 12-29 (1932-1935), tomo III. Buenos Aires, Akal.
Graselli, F. y Salomone, M. (2011): La escritura testimonial en Rodolfo Walsh: polititización del arte y experiencia histórica. Publicado en: Aisthesis. Revista Chilena de Investigaciones Estéticas, N°49, julio 2011, Facultad de Filosofía, Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile, pp. 146-162.
Prieto, Martín (2006): Breve historia de la literatura argentina. Buenos Aires, Taurus.
Walsh, Rodolfo (2007): Carta a Vicky. Ese hombre y otros papeles personales. Buenos Aires, ediciones de la Flor.
Williams, Raymond (1980): Marxismo y literatura. Barcelona, Península.
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