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LA MUJER ES PECADO

Actualizado: 8 ene

El relato bíblico ofrece una lección: la mujer es el origen del mal y su rol es habitar el pecado. En Eva se dibuja la mancha que marcaría a todas las que vinieran después. Su curiosidad y deseo de conocer son los actos que condenan a la humanidad al sufrimiento. Las mujeres, marcadas por el pecado de Eva, para redimirse deberán ser virginales, sumisas, obedientes y silenciosas como María.


Escribe: Marisol Panconi y Ramiro Barroso

Introducción.

Insaciables, lujuriosas y desobedientes. No dudan por un mínimo instante en apartarse del mandato divino. Cada una de ellas representa la primera transgresión a la ley celestial. En Eva se dibuja la mancha que marcaría a todas las que vinieran después. Su curiosidad y deseo de conocer son los actos que condenan a la humanidad al sufrimiento. Así el relato bíblico ofrece una lección: la mujer es el origen del mal y su rol es habitar el pecado.

“Tu marido te dominará y parirás con dolor” sentenció la ira de Dios. Desde entonces, el estigma de Eva pesa sobre cada mujer a lo largo de la historia. Este mito fundacional que nos remonta al Génesis ha servido de piedra angular para legitimar la subordinación de las mujeres, quienes han acarreado para el orden social el peligro y la transgresión.

Esta narrativa, bajo la capa de lo sagrado, esconde un profundo mecanismo de opresión que se inyectó en el pensamiento colectivo y en las estructuras de poder, manteniendo así a la mujer a la sombra del varón. La figura de Eva no solo es un símbolo, sino que ha sido utilizada para justificar siglos de desigualdad, violencia y exclusión. La sociedad ha creado, a partir de este relato, un modelo que condena a las mujeres a ser las portadoras de la culpa y que solo podrán redimirse imitando a su figura antagónica, María. El mandato es claro: nacen marcadas por el pecado de Eva y para redimirse deberán ser virginales, sumisas, obedientes y silenciosas como María.

Cadenas del silencio: habitando la opresión y la resistencia 

Ahora bien, que no quepa ninguna duda de que la mujer ha estado, y sigue estando, subordinada al varón. Para nuestra sociedad la mujer es peligrosa, seductora, ingenua, irracional, débil, maleable; en fin, es la que le abre la puerta al pecado. Ella es la culpable de los males que azotan al mundo, puesto que solo alcanza con una mirada suya para desencadenar el pecado en el hombre. En otras palabras, y para dar un ejemplo bien concreto, la mujer en un boliche es percibida como una mercancía que se puede comprar y vender; es, a los ojos del varón, un pedazo suculento de hereford recién llegado al matadero. ¿Pero acaso la mujer no puede ser otra cosa que una presa? ¿Que un objeto? ¿Que una cosa?... ¿La mujer puede soñar? Tal vez le robaron esa cualidad; la aislaron, la encerraron, la relegaron a un segundo puesto y trataron que la soledad fuera su única amiga… ¿Cómo se siente esa esposa que, después de una jornada laboral, llega a casa solo para enfrentarse a una segunda jornada de trabajo doméstico, mientras su marido descansa en el sofá? ¿Cómo se siente esa adolescente que se ahoga en los estereotipos que Instagram le impone? ¿No puede acaso la niña jugar con otros juguetes que no sean el bebote y la cocinita? ¿Y si la niña de escasos recursos sueña con explorar el infinito del espacio? ¿Qué esperanzas albergan las mujeres campesinas, cuyas manos labran la tierra pero cuyos sueños quedan enterrados? ¿Cuál es la utopía de las marginadas que viven en los límites de una sociedad que las ignora? ¿Será que las heridas que cargamos son las cadenas que aún no hemos roto?

No obstante, para entender este presente debemos remontarnos al pasado... El denominador común de la gran mayoría de estas situaciones es la dominación del varón sobre la mujer, que posee uno de sus fundamentos en Eva, el personaje bíblico. Ahora bien, ¿por dónde empezar? Por el origen:

22 De esa costilla Dios el Señor hizo una mujer, y se la presentó al hombre, 23 el cual, al verla, dijo: 

“¡Esta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar ‘mujer’, porque Dios la sacó del hombre”.

Este es el origen de la dependencia de uno hacia otro. Este es un rasgo fundante que hace a la mujer, pues ella nació como una simple sombra, solo un reflejo, una costilla. Su existencia se debe a una simple función de acompañante, de media naranja, de complemento, pues fue creada en segundo lugar para darle una “ayuda a su medida”. Incluso cuando Adán anuncia que la llamará “mujer”, le roba la potestad a Eva de nombrarse a sí misma, otro signo de dominación.

Eva, no solo representa la primera mujer, sino que se convierte en un arquetipo que legitima las normas y restricciones que han aprisionado a las mujeres a lo largo de la historia. Acaso no tuvieron que esperar en Argentina a 1926 para la ley de Derechos Civiles de la Mujer, y con ella la libertad de adquirir “toda clase de bienes con el producto de su profesión, oficio, empleo, comercio o industria, pudiendo administrar y disponer de estos bienes libremente” (art. 3); o a 1947 para sanción del sufragio femenino; o a 1991 y 2017 para asegurar y aumentar su participación en los partidos e instituciones políticas; o a 2020 para elegir sobre su propio cuerpo.

Por otro lado, otro rasgo primordial es que ella es el pecado. Esto quiere decir que la rebelión a la ley divina es pecaminosa, y quien encarna ese rol es la mujer, porque no hay nada más peligroso para nuestra cultura que ellas sean rebeldes, decididas a romper las normas impuestas. Eva hizo lo que no tenía que hacer, y por su culpa, toda la humanidad pagó el precio de no vivir más en el paraíso. La Biblia lo dice así:

1 La serpiente era la más astuta de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: "¿Así que Dios les ordenó que no comieran del fruto de ningún árbol del jardín?".

2 La mujer le respondió: "Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. 3 Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: ‘No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario quedarán sujetos a la muerte’".

4 La serpiente dijo a la mujer: "No, no morirán. 5 Dios sabe muy bien que cuando ustedes coman de ese árbol, se les abrirán los ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal".

6 Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió.

7 Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos, entretejiendo hojas de higuera.

8 Al oír la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de él, entre los árboles del jardín. 9 Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás?".

10 "Oí tus pasos por el jardín, respondió él, y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí".

11 Él replicó: "¿Y quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?".

12 El hombre respondió: "La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él".

13 El Señor Dios dijo a la mujer: "¿Cómo hiciste semejante cosa?". La mujer respondió: "La serpiente me sedujo y comí".

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"Adán y Eva" de Tiziano (hacia 1550)

En síntesis, Eva es la que abre las puertas al pecado, ya que es ella quien se deja seducir por la serpiente y arrastra al hombre a la desobediencia, por lo que, es justo que sea ella quien cargue con la mayor de las condenas de Dios: “aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti”. Así, y retomando el postulado de que la mujer es pecado, Ambrosio de Milán († 397) dice: “La mujer es quien ha sido autora de la falta para el hombre, no el hombre para la mujer”, mientras que Tertuliano († c. 223) exclama: “¿No sabes que también tú eres Eva? La sentencia de Dios conserva aún hoy todo su vigor sobre este sexo, y es menester que su falta también subsista. Tú eres la puerta del Diablo, tú has consentido a su árbol, tú has sido la primera en desertar de la ley divina”.

También, de estas fuentes históricas se desprende otro elemento constitutivo: la mujer es maleable, es manipulable, no tiene la capacidad para discernir las consecuencias de su conducta impúdica. Es un ser voluble e inestable como la cera líquida que siempre está dispuesta a recibir la determinación del sello exterior del varón. Es muy interesante pensar que ella fue tentada estando sola, y tampoco es casual que cuando comieron se les abrieron los ojos y vieron sus cuerpos desnudos, lo cual no quiere decir que estén sin ropa, sino que es ver el cuerpo como cuerpo del deseo. El problema del cristianismo con la sexualidad no es nuevo, está en su génesis.

No obstante, pensar que la mujer es la que trae las desgracias al varón no es una idea exclusiva del cristianismo, sino que también podemos rastrearla en la mitología griega con Hesíodo. Por ejemplo, en Teogonía se dice lo siguiente:

 “Entonces hirió de nuevo el alma de Zeus altitonante y le irritó su corazón cuando vio entre los hombres el brillo que se ve de lejos del fuego. Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres:

Modeló de tierra el ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Crónida. La diosa Atenea de ojos glaucos le dio ceñidor y la adornó con vestido de resplandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores, rodeó sus sienes Palas Atenea. En su cabeza colocó una diadema de oro que él mismo cinceló con sus manos, el ilustre Patizambo, por agradar a su padre Zeus. En ella había artísticamente labrados, maravilla verlos, numerosos monstruos, cuantos terribles cría el continente y el mar; de ellos grabó muchos aquél, y en todos se respiraba su arte, cual seres vivos dotados de voz. 

Luego que preparó el bello mal, a cambio de un bien, la llevó donde estaban los demás dioses y los hombres, engalanada con los adornos de una diosa de ojos glaucos, hija de poderoso padre; y un estupor se apoderó de los inmortales dioses y hombres mortales cuando vieron el espinoso engaño, irresistible para los hombres. Pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres (…). Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad”.

Ese es el castigo, los hombres tienen que reproducirse con ellas, están obligados a convivir con estos seres, mientras ellas son la llama voraz que consume su energía. Esto último fue resignificado por el capitalismo, y su prueba cabal son las propagandas del Banco Galicia, en donde podemos ver una fiel representación del estereotipo de la mujer consumista, superficial, frívola. Pobre su marido…

Propaganda del Banco Galicia

Sin pecado concebido: entre la virgen y las putas

Por suerte, existe un contramodelo a Eva, un ideal inalcanzable que condena a las mujeres a una deuda infinita, similar a la relación de Argentina con el FMI. Este modelo salvador está representado por la Virgen María y Sara. Sara, esposa de Abraham y madre de Isaac, personifica a la esposa ideal: conciliadora, paciente, tolerante, silenciosa. Virtudes que se esperan de toda esposa. En cuanto a la Virgen María, desde el siglo XI al XIII, la devoción hacia ella, o más bien, hacia “Nuestra Señora”, “Nuestra Dama”, cobró una importancia inmensa en la piedad medieval. La devoción se manifestaba en oraciones, ruegos, imágenes y esculturas. Así, María se convirtió en “la” Dama de la sociedad feudal, un faro de pureza y sumisión, un modelo inalcanzable que perpetúa la subordinación femenina.

Cada uno de estos hechos no es accidental, hay una intención detrás. La narrativa de la mujer como tentadora y pecadora ha sido, y es, un pretexto conveniente para mantenerla en el silencio, en la obediencia, en la oscuridad de la historia. Una vez más, es menester partir de los hombres, ya que son ellos quienes detentan el monopolio del poder. En el feudalismo, por ejemplo, también poseían el monopolio de la escritura, por lo que, son los monjes o prelados seglares quienes se dedican a pensar en la humanidad, ergo, asignar a las mujeres un rol en la sociedad. Para ilustrar esto tenemos a Hildeberto de Lavardin, el cual dice: “La mujer, una cosa frágil, nunca constante, salvo en el crimen, jamás deja de ser nociva espontáneamente. La mujer, llama voraz, locura extrema, enemiga íntima, aprende y enseña todo lo que puede perjudicar. La mujer, vil forum, cosa pública, nacida para engañar, piensa haber triunfado cuando puede ser culpable. Consumándolo todo en el vicio, es consumida por todos y, predadora de los hombres, se vuelve ella misma su presa”. También encontramos referencias similares en la Biblia. El Proverbio 5 La mujer fácil, perdición del hombre se nos indica:

1 Atiende a mi sabiduría, hijo mío; presta atención a mi inteligencia.

2 Así sabrás ser discreto y podrás hablar con conocimiento.

3 Pues la mujer ajena habla con dulzura y su voz es más suave que el aceite;

4 pero termina siendo más amarga que el ajenjo y más cortante que una espada de dos filos.

5 Andar con ella conduce a la muerte; sus pasos llevan directamente al sepulcro.

6 A ella no le importa el camino de la vida ni se fija en lo inseguro de sus pasos.

La idea de que la mujer es persuasiva y charlatana sigue siendo vigente hoy. Para nuestra cultura patriarcal occidental, persiste la visión de la mujer como un ser irracional y, por “naturaleza”, inquieto. Por tal motivo, la cuestión de la charlatanería es de suma relevancia, debido a que este es un tipo de discurso que no logra posarse sobre un objeto, sino que se desliza de un tema a otro, sin hacer foco, como una mariposa que nunca se posa en una flor por mucho tiempo.

Se argumenta que la mujer carece de racionalidad, que su mente es un torbellino de pensamientos dispersos, y en consecuencia, se la retrata como un ser cuya voz es un río de palabras que fluye sin detenerse. En este sentido, se la caracteriza como inquieta, traviesa, turbada, bulliciosa. Pero esta representación no se la ve desde la historia, sino como algo inherente a su ser, o dicho de otra forma, la mujer, según la visión hegemónica, es un ser que por naturaleza es inquieto, lo cual trae profundas consecuencias para la humanidad. Pongamos el caso de La deshonra de Dina vengada:

1 Dina, la hija que Lía le dio a Jacob, fue a visitar a las muchachas del lugar; 2 pero la vio Siquem, que era hijo de Hamor el heveo, el jefe de ese lugar, y por la fuerza se acostó con ella y la deshonró. 3 Sin embargo, tanto se enamoró de ella que trató de ganarse su cariño. 4 Entonces habló con su padre Hamor, y le dijo:

—Ve a pedir la mano de esta muchacha. Quiero casarme con ella.

5 Jacob supo que Siquem había deshonrado a su hija Dina, pero como sus hijos estaban en el campo con sus animales, no dijo nada hasta que ellos regresaron. 6 Mientras tanto, Hamor, el padre de Siquem, fue a ver a Jacob para hablar con él.

7 Cuando los hijos de Jacob regresaron del campo y supieron lo que había pasado, se enfurecieron, porque era una ofensa muy grande para Israel que Siquem se hubiera acostado con la hija de Jacob. ¡Era algo que nunca debía haber hecho! 8 Pero Hamor habló con ellos, y les dijo:

—Mi hijo Siquem está muy enamorado de la hermana de ustedes. Por favor, déjenla que se case con él 9 y háganse nuestros parientes; así nosotros nos casaremos con las hijas de ustedes, y ustedes se casarán con las nuestras. 10 Quédense a vivir con nosotros. El país está a su disposición; vivan en él, hagan negocios, compren terrenos.

11 Por su parte, Siquem les dijo al padre y a los hermanos de Dina:

—Yo les ruego que acepten. Les daré lo que me pidan.

12 No importa que sea una compensación más alta de lo acostumbrado y muchos regalos, yo se los daré; pero dejen que la muchacha se case conmigo.

13 Sin embargo, como Siquem había deshonrado a Dina, los hijos de Jacob les contestaron a él y a su padre Hamor con engaños, 14 y les dijeron:

—No podemos darle nuestra hermana a un hombre que no está circuncidado, porque eso sería una vergüenza para nosotros. 15 Solo podemos aceptar con esta condición: que ustedes sean como nosotros; es decir, que se circunciden todos los varones entre ustedes. 16 Entonces sí, ustedes se casarán con nuestras hijas y nosotros nos casaremos con las de ustedes; viviremos entre ustedes y seremos un solo pueblo. 17 Pero si no aceptan nuestra condición de circuncidarse, nos iremos de aquí y nos llevaremos a nuestra hermana.

18 Hamor y su hijo Siquem estuvieron de acuerdo con lo que ellos propusieron. 19 Sin perder más tiempo, el joven se circuncidó, porque la hija de Jacob le había gustado. Como Siquem era el más respetado en la familia de su padre, 20 fueron él y su padre Hamor a la entrada de la ciudad, donde se trataban los negocios, y allí dijeron a los habitantes:

21 —Estos hombres son nuestros amigos, y van a vivir y hacer negocios en este lugar, pues hay suficiente terreno para ellos; nosotros podremos casarnos con sus hijas, y ellos podrán casarse con las nuestras. 22 Pero, para que seamos un solo pueblo, ellos aceptan vivir con nosotros solo con esta condición: que todos nuestros varones se circunciden, tal como ellos lo acostumbran. 23 Todas sus pertenencias y todos sus animales serán nuestros. Solo tenemos que decir que sí, y ellos se quedarán a vivir con nosotros.

24 Todos los hombres de la ciudad que estaban en edad militar estuvieron de acuerdo con Hamor y con su hijo Siquem, y fueron circuncidados. 25 Pero Simeón y Leví, hijos de Jacob y hermanos de Dina, fueron a la ciudad al tercer día, cuando los hombres todavía tenían los dolores de la circuncisión, y espada en mano los mataron a todos, pues no encontraron resistencia. 26 A filo de espada mataron a Hamor y a su hijo Siquem; luego sacaron a Dina de la casa de Siquem y se fueron. 27 Llegaron también los otros hijos de Jacob, y pasando sobre los muertos saquearon el pueblo para vengar la deshonra de su hermana. 28 Se llevaron ovejas, vacas, asnos y todo lo que había en la ciudad y en el campo; 29 robaron todo lo que había en las casas, y se llevaron prisioneros a todos los niños y mujeres. 30 Entonces Jacob les dijo a Simeón y Leví:

—Ustedes me han puesto en aprietos. Ahora los habitantes de este lugar, los cananeos y ferezeos, me van a odiar. Se juntarán contra mí y me atacarán, y como tengo muy pocos hombres, nos matarán a mí y a mi familia.

31 Pero ellos contestaron:

—¿Acaso tenía él que tratar a nuestra hermana como a una prostituta?

¿La enseñanza? Toda una matanza de un pueblo desencadenada por la curiosidad e inquietud de la mujer. Todo por no quedarse dentro de su hogar, todo por salir sola, todo por no estar con un hombre al lado. La culpable es Dina, no Siquem. Aún hoy se escuchan discursos de este tipo: “ella lo provocó”, “ocurrió porque estaba sola”, “mira lo que está usando, que puta”. Al fin y al cabo, muchos no están tan lejos de lo que decía Juan Crisóstomo († 407) contra Eva: “La belleza del cuerpo sólo reside en la piel. En efecto, si los hombres vieran lo que hay debajo de la piel, la visión de las mujeres les daría náuseas… Puesto que ni con la punta de los dedos toleraríamos tocar un escupitajo o un excremento, ¿cómo podemos desear abrazar este saco de heces?”.

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"La seducción de Dinah, hija de Lea" de James Tissot (segunda mitad del S.XIX)

La feminización de la pobreza, una condena que se arrastra hasta nuestros días

La trascendencia de hablar hoy sobre el mito de Eva, como aquella primera mujer pecadora que corrompe al hombre y es merecedora de castigos eternos, radica en que no es solo una parte de la literatura teológica. Estas concepciones se impregnaron para siempre en el sentido común de todo un sistema.

Ser mujer, aun en nuestros días, implica llevar de manera inherente a la mera existencia el peso de los estigmas y la dominación. Según un estudio de la Universidad de Córdoba, ser mujer aumenta la posibilidad de ser pobre en un 65%. La desigualdad es legitimada y naturalizada como una consecuencia lógica de la condición de ser mujer. Pecadora desde el génesis, su trabajo es silenciado, relegado a la oscuridad y a la precariedad.

No es casualidad que las políticas de ajuste de los gobiernos neoliberales recaigan principalmente sobre los trabajos feminizados. Una muestra ostensible de esto es la desprotección y recortes en sectores como la docencia, con un 74% de trabajadoras; en la salud, con un 72%; en el empleo doméstico, con un 95%; y en comedores comunitarios, donde el 63% son cocineras. Estos trabajos son azotados por salarios deshumanizantes, condiciones indignas y, lo que es peor, una discursiva generalizada que valida esta precarización, al invisibilizar el trabajo femenino.

Son las más expuestas a la desocupación y subocupación, a los trabajos informales, a la segregación vertical en cargos de dirección y jefatura. Relegadas al ámbito del cuidado, y excluidas de la vida política y de los cargos de poder. La forma en que podrán saldar su deuda divina será ocupando estos lugares de cuidado, siendo una fiel representación de María, la madre obediente y silenciosa, que acepta el yugo sin cuestionamientos.

Ahora bien, ¿cómo es posible que una sociedad entera no cuestione esta brecha histórica de género que flagela a la mitad de la población? Simple: con una narrativa divina que lo justifique, con un discurso que se vuelve carne y se traduce en acciones sociales. El mundo es lo que decimos de él.


Bibliografía

  • Duby, G., y Perrot, M. (2018). Historia de las mujeres. Tomo1 y 2. Taurus. Barcelona.

  • Federici, S. (2018). El patriarcado del salario. Tinta Limón. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

  • Hesíodo (1978). Teogonía. Editorial Gredos. Madrid.

  • La Biblia. Dios habla hoy. (1994). Sociedades Bíblicas Unidas.



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